El padre Javier Eduardo Rosanía Pacheco ha terminado recientemente sus estudios de Licenciatura en Teología pastoral con énfasis en Nueva Evangelización. Ahora continuará con el doctorado. Él señala que «un sacerdote que no se forma es un sacerdote que ha decidido perder su opción por el amor al mundo actual y sus desafíos, para poder como nos lo pide Pedro “dar razón de nuestra esperanza”» .

Hace ya casi dos años que vino el Papa Francisco a Colombia. El tiempo vuela. Testigo de ello es uno de los sacerdotes de nuestra Arquidiócesis: el padre Javier Eduardo Rosanía Pacheco. Al terminar la visita del Sumo Pontífice, de la que él fue coordinador general en Cartagena, el padre Javier se trasladó a Roma para licenciarse en Teología Pastoral. Pasaron dos  años y el padre Javier ya se graduó: ¡Tenemos un nuevo Licenciado en Teología Pastoral en la Arquidiócesis de Cartagena!

Tesis presentada por el Padre Javier, sacó la máxima nota «Summa Cumme Laude»

El padre Javier estudió en la Pontificia Universidad Lateranense y su tesis de Licenciatura se llamó «Pastoral del acompañamiento a los matrimonios jóvenes». Se basa en los documentos del Papa Francisco Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio) y Amoris laetitia (La alegría del amor). Su idea es que, a partir de esa tesis, pueda implementarse una escuela de discipulado misionero que acompañe de manera efectiva a los matrimonios jóvenes.

Como tres ideas centrales de su texto, el padre Javier señala «tres presupuestos realistas» sobre la situación actual en la que debe anunciarse el Evangelio a las familias y a los jóvenes esposos: «Primero, la no existencia de un modelo único de familia admitido por todos al que deban responder todas las familias. Las relaciones y las familias que hemos de acompañar son estas y no otras, con sus luces y sombras. Segundo, el momento histórico que nos ha tocado vivir se caracteriza por la existencia de un malestar de fondo causado por las mutaciones sociales y por las contradicciones de todo tipo que aparecen en los proyectos personales y familiares, que han hecho que aumente la sensación de vulnerabilidad. Tercero, se nos invita a articular propuestas pastorales adecuadas, capaces de acompañar las vidas de las parejas y de las nuevas familias, partiendo de la situación en la que se encuentran y con el fin de viajar junto a ellas el camino que llamamos vida para que alcancen sus objetivos y metas propias impregnadas de Evangelio».

Sobre su estancia en la Ciudad Eterna, el padre Javier confiesa: «Estar en Roma significó para mí un camino compartido con el mejor compañero de viaje que podemos tener: Jesucristo. Estar en el corazón de la Iglesia, junto a Pedro, ha sido un momento de gracia y de salvación personal que me ha enseñado a conocerme más y mejor». El camino no estuvo exento de dificultades, pero él las asumió con entereza: «Confieso que la muerte de Caled David, algunas situaciones en mi familia, en mi diócesis, muchas veces me hacían sentir que mi corazón está mucho más fuertemente anclado en la realidad de Cartagena, pero bueno, hoy estoy aquí porque así lo quiso Dios, y como dice la madre Bernarda: ‘Allí donde te siembran tu misión es florecer y fructificar’».

El padre Javier ahora se encuentra en España para los estudios de Doctorado en Teología Pastoral en la Pontificia Universidad de Salamanca. Recalca la importancia de la formación: «Un sacerdote que no se forma es un sacerdote que ha decidido perder su opción por el amor al mundo actual y sus desafíos, para poder como nos lo pide Pedro “dar razón de nuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)».

El padre subraya que ciertamente formarse no se reduce a los estudios universitarios: «La Teología no sirve de nada si no ayuda a transformar la vida propia del sacerdote y que se convierta en agente transformador de la realidad social y eclesial que necesita de profundos cambios y de conversión, de otro modo podríamos convertirnos en expertos guardias de museos en vez de testigos de la resurrección». En cualquier caso, el padre Javier considera importante que la Arquidiócesis siga preocupándose por la formación de sus sacerdotes y agradece la confianza que depositaron en él.

Por último, destaca cuál es el sentido último de toda formación: «Me preparo para servir más y mejor, por eso se dedica este tiempo, lejos de los suyos, para formarse y crecer en vida de fe para que al retornar se pueda contribuir al esfuerzo permanente de tantos sacerdotes que desde la realidad pastoral de sus territorios intentan desde la Misión Permanente acompañar al Pueblo de Dios que camina en Cartagena y en los pueblos de Bolívar a los que la Iglesia ha confiado en el territorio eclesial».

¡Felicidades y ánimo, padre Javier!

Por: Hernando Bello, Seminarista de la Arquidiócesis.