¿Cómo puede inspirarnos Pablo, a ustedes y a mí, queridos hermanos sacerdotes? Este es el signo precioso de la conversión pastoral y misionera.

Y bajo esta inspiración, quiero proponerles cinco verbos, que recogen cinco acciones o mejor, cinco actitudes para vivir el pastoreo misionero, inspirados por la persona de Pablo, apóstol y mártir, discípulo convertido por la experiencia del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús y este crucificado, hasta hombre liberado del yugo de la ley y conducido a la libertad que dona el Espíritu y, ministro del Evangelio, que de perseguidor fue constituido apóstol que hizo de sí un ministerio y una auténtica liturgia de servicio y culto a Dios.

Primera actitud. Primer Verbo, hermanos, Para ustedes y para mí: Orar con y por el pueblo de Dios que les ha sido encomendado.

“Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo”. Dice la liturgia de las horas en el común de pastores. Hermanos, simplemente lo subrayo porque sé que hay en todos ustedes un cariño y una preocupación muy grande, pero quiero insistir en el valor de la Eucaristía y de la liturgia ofrecida y vivida dignamente con el pueblo de Dios y por el pueblo de Dios.

No olviden ofrecer la Eucaristía dominical que le corresponde a los párrocos como al obispo, por las intenciones y necesidades del Pueblo Santo que les ha sido confiado.

Hermanos, no olvidemos, nuestro mayor culto y ofrecimiento es la Eucaristía diaria. Hay que celebrarla, no hay motivo para no celebrarla, no hay excusas, solo la enfermedad o un viaje para no celebrar la Eucaristía, por la comunidad, con la comunidad o sin ella. Les encomiendo de una manera muy especial ofrecer la liturgia de las horas y acompañar a nuestro pueblo en todas las manifestaciones de su espiritualidad popular, como bellamente llama el Papa Francisco – no dice simplemente piedad o religiosidad popular –, sino la espiritualidad del Pueblo de Dios. Y aquí en Cartagena, el Pueblo de Dios sabe de eso, y ustedes mis hermanos, también lo saben y lo saben acompañar, pero hay que ponerle más fuerza y más cariño.

Segundo verbo para este pastoreo misionero es acompañar.

Acompañar con la presencia, acompañar al Pueblo de Dios con los criterios que nos ha ofrecido el Papa Francisco en su Carta a los sacerdotes recordando la figura del santo cura de Ars con motivo de los 160 años de su muerte que yo recordé en la pasada ordenación de nuestros queridos hermanos Carlos Andrés, Víctor Alonso y Daniel.

El Papa nos recuerda esta tarea tan hermosa que tiene, que tenemos nosotros. Un ministro animado, es un ministro siempre en salida. Y esta salida nos lleva a caminar a veces delante, a veces en medio y a veces detrás. Delante, para guiar a la comunidad; en medio, para mejor comprenderla, alentarla y sostenerla; detrás, para mantenerla unida, que nadie se quede atrás. Y también por otra razón, dice el Papa, porque el Pueblo de Dios tiene olfato, tiene olfato en encontrar nuevas sendas por el camino, tiene el sensus fidei.

Aquí es fundamental (mis hermanos queridos, ustedes que son todo mi presbiterio, todos nosotros, también esto es para mí), es fundamental la presencia.

No se puede ser pastor si no se acompaña y no se está presente en la vida del pueblo, en sus
angustias, alegrías y dolores, no podemos dedicarle solo un diezmo de nuestro tiempo a nuestras comunidades, es preciso dar prioridad a la presencia, tenemos que superar el vacío que están dejando nuestras ausencias que muchos están llenando y no para apacentar, desafortunadamente, esto es tarea de conversión para todos.

Tercero, servir con alegría y a todos, con especial predilección a los más pobres y necesitados.

Este es el signo más precioso de lo que el Concilio llama en la Presbiterorum Ordinis la caridad pastoral del párroco, del sacerdote, del Vicario.

Tradicionalmente al sacerdote se le llamaba “el cura”, mirando siempre el prototipo sacerdotal del Santo Cura de Ars. El cura es aquel que toma sobre sí el cuidado pastoral de su comunidad y de sus fieles, el cura carga sobre sí los dolores de su pueblo, es un llamado a hacernos como Pablo, siervos de todos sin exclusiones, sin preferir un grupo sobre otro, no nos dejemos atrapar ni encerrar nuestra mente y nuestro corazón, tenemos que ser padres y servidores de todos, servidores y no dominadores, por eso hoy, y a través del impulso sinodal el Papa Francisco es bonito, hoy no estamos hablando de “posesión”, estamos hablando de inicio de un ministerio, de un servicio pastoral, cuando el Papa inicia su ministerio Petrino en Roma, se dice: Inicio del ministerio Petrino del siervo de los siervos de Dios. Por lo tanto, no estamos hablando de posesión, porque no somos dueños ni dominadores, somos solo servidores de la heredad del Señor, su Pueblo Santo, y la clave es hacerlo con alegría, es hacerlo con generosidad, esta es nuestra recompensa: la alegría que produce el donarse y el entregarse, la que experimenta un papá y una mamá cuando se entregan por sus hijos.

Cuarto, formar las personas y promover las personas y las comunidades.

Formar las personas, los fieles cristianos laicos, promover las distintas vocaciones y estados de vida, garantizar la participación y la comunión de todos: varones y mujeres, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos.

Todos y cada uno son y tienen un tesoro maravilloso que aportar. Para esto nos servimos de todo lo que ofrece y recomienda nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral, hago referencia a esto: queridos hermanos, estemos atentos a los itinerarios bíblicos, el acompañamiento de las pequeñas comunidades de adultos, niños y jóvenes, generemos procesos de discipulado misionero en los distintos grupos y movimientos apostólicos, servirnos de nuestras escuelas de formación particular, del Instituto Emaús, de la Escuela San Pablo, de la Escuela de Catequesis ESPAC, y todas las iniciativas de formación que van siendo acogidas dentro de nuestro Plan Arquidiocesano.

Quinto. Por último: administrar con conciencia, transparencia y sentido de solidaridad los bienes que nos han encomendado.

Buscando de mejorar, de hacer avanzar lo que nos ha sido entregado y confiado, ayudemos a
nuestras comunidades a crecer en este espíritu de comunión de bienes, de solidaridad y también, digámoslo, de corresponsabilidad. Dejémonos ayudar por quienes en nuestras comunidades, especialmente en los consejos pastorales y los consejos de asuntos económicos, nos pueden aportar desde su experiencia, desde sus capacidades.

Igualmente, consultemos, dejémonos ayudar y asesorar de las instancias de los servicios Arquidiocesanos, en los ámbitos jurídicos, laborales y contables. Ni ustedes ni yo, nos las sabemos todas, y las exigencias hoy son enormes, nos sobrepasan a todos.

Para que podamos tener la satisfacción y la alegría de entregar mejor de lo que hemos recibido.

Recordemos una bella máxima: Hermanos muy queridos, “conserva el orden y el orden te
conservará, Conserva el orden y el orden te conservará”.

El Señor, la Iglesia, las comunidades y nuestra propia conciencia nos lo agradecerán y nos lo
premiarán.

Mucho ánimo, hermanos.

Muchas gracias.

+ Francisco Javier Múnera Correa, IMC
Arzobispo de Cartagena

Extracto y adaptación de la homilía en la Eucaristía de Envío Misionero a los presbíteros de la Arquidiócesis de Cartagena en la inauguración del ministerio pastoral de los nuevos servicios eclesiales.