SÍNTESIS DE LA CATEQUESIS POR VATICANNEWS.VA

El Papa Francisco prosiguió con sus catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, reflexionando hoy sobre la estadía de Pablo en la ciudad de Corinto, en su camino del anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo por el mundo. Los hechos narran que Pablo, después de su estadía en Atenas, caracterizada por la hostilidad, pero también por frutos como la conversión de Dionisio y Damaris, pasó un año y medio en Corinto, ciudad comercial y cosmopolita.
Ahí encontró a Áquila y Priscila, pareja de esposos cristianos que había tenido que dejar Roma por la expulsión de los judíos decretada por el emperador Claudio. Ellos, con un corazón lleno de fe en Dios y de generosidad hacia el prójimo, le abrieron las puertas de su hogar a Pablo, testimoniando el valor cristiano de la hospitalidad. Acogieron al Evangelizador y también el anuncio que él llevaba: el Evangelio de Cristo.

Persecución a los judíos está comenzando a renacer
El Santo Padre quiso hacer una paréntesis antes de seguir con su catequesis, para poner de relieve una situación que comienza a darse también en nuestros días: la de la persecución de los judíos. Recordando las brutalidades cometidas a este pueblo en el siglo pasado, constató que hoy ha «comenzado a renacer» el «hábito de perseguir a los judíos», y lanzó un llamamiento apremiante:
“Hermanos y hermanas, esto no es humano ni cristiano. ¡Los judíos son nuestros hermanos! Y no deben ser perseguidos”.

Descentrarse para practicar el arte cristiano de la hospitalidad
Prosiguiendo luego con la catequesis, se centró en la bondad de Áquila y Priscila, quienes demostraron tener “un corazón lleno de fe en Dios y generoso con los demás». Ellos, dijo, eran poseedores de “una sensibilidad que los llevó a descentrarse para practicar el arte cristiano de la hospitalidad”. Pablo apreciaba también el trabajo que los esposos realizaban – eran tejedores de lona para tiendas de uso doméstico – , puesto que Pablo consideraba el trabajo manual, no sólo «lugar privilegiado para dar testimonio cristiano, sino también medio de subsistencia» y un modo de «no ser un peso para los demás».

Hoy como ayer, familias “templo para la Eucaristía”
Esta pareja cristiana abrió también su casa a la comunidad local de cristianos, convirtiéndola en una “domus ecclesiae”, es decir, lugar de escucha de la Palabra de Dios y de la celebración de la Eucaristía.
El Apóstol que “tenía el corazón agradecido”, cuando más tarde escribe a los Corintios, habla de la “comunidad que se reúne en su casa”, de sus “colaboradores en Cristo Jesús”, que «para salvar su vida arriesgaron sus cabezas». El Papa hizo notar que esta situación se da todavía en nuestros días en algunos países donde no hay libertad religiosa, y en donde los cristianos se reúnen escondidos para rezar y celebrar la Eucaristía. Y dijo:

“Aún hoy existen estas casas, estas familias que se convierten en un templo para la Eucaristía”. “¡Cuántas, cuántas familias en tiempos de persecución, arriesgan sus cabezas para mantener escondidos a los perseguidos! Este es el primer ejemplo: la acogida familiar, incluso en los malos tiempos”.

Los laicos dan el humus al crecimiento de la fe
De entre los numerosos colaboradores de san Pablo, Áquila y Priscila sobresalen como como modelos de una vida conyugal comprometida al servicio de toda la comunidad cristiana y nos recuerdan que gracias a la fe y al compromiso en la evangelización de muchos laicos como ellos, el cristianismo echó raíces y ha llegado hasta nosotros.
Los laicos, aseguró finalmente el Pontífice, son “responsables desde su Bautismo, de llevar adelante la fe”, puesto que, recordó citando a Benedicto XVI, «los laicos dan el humus al crecimiento de la fe».
Pidamos a Dios nuestro Padre que infunda su Espíritu Santo en todas las parejas cristianas para que, a ejemplo de Áquila y Priscila, sepan abrir las puertas de su corazón a Cristo y a los hermanos, y sus hogares sean verdaderas iglesias domésticas donde se viva la comunión fraterna y se dé a Dios el culto de una vida de fe, esperanza y caridad.

Recién casados, sientan su vocación
En su catequesis en italiano el Papa concluyó recordando su Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, en el punto 11, en donde describe a los esposos como “verdadera escultura viviente”, y llamó a los recién casados a “sentir su vocación”:
“Deben ser la verdadera escultura viviente: derramar su Espíritu sobre todos los matrimonios cristianos para que, a ejemplo de Aquila y Priscila, abran las puertas de sus corazones a Cristo y a sus hermanos y hermanas y transformen sus casas en iglesias domésticas. Una palabra bella: una casa es una iglesia doméstica, donde vivir la comunión y ofrecer el culto de la vida vivida con fe, esperanza y caridad”.

Próximo viaje a Tailandia y Japón
Durante el saludo a los peregrinos en diferentes idiomas, al final de la audiencia general, el Papa dirigió un pensamiento especial a Burkina Faso, sacudido por la «violencia recurrente» para que prevalezca el diálogo y la protección de los más frágiles, y luego invitó a todos a rezar por su próximo viaje a Tailandia y Japón, que comenzará el 19 de noviembre, «para que -dijo- el Señor conceda a los pueblos visitados copiosos dones de gracia».

CATEQUESIS COMPLETA

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Esta audiencia se hace con dos grupos: los enfermos están en el Aula Pablo VI –yo he estado con ellos, les he saludado y bendecido; serán alrededor de doscientos cincuenta. Allí estarán más cómodos a causa de la lluvia – y nosotros aquí. Pero ellos nos miran gracias a la pantalla gigante. Vamos a saludarnos, los dos grupos, con un aplauso.

Los Hechos de los Apóstoles narran que Pablo, como evangelizador incansable que es, después de su estancia en Atenas, caracterizada por la hostilidad continúa la carrera del Evangelio en el mundo. La nueva etapa de su viaje misionero es Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, una ciudad comercial y cosmopolita, gracias a la presencia de dos importantes puertos.

Como leemos en el capítulo 18 de los Hechos, Pablo encuentra hospitalidad con un matrimonio, Áquila y Priscila (o Prisca), obligados a mudarse de Roma a Corinto después de que el emperador Claudio decretase la expulsión de los judíos (cf. Hechos 18:2). Me gustaría hacer un paréntesis. El pueblo judío ha sufrido tanto en la historia. Ha sido expulsado, perseguido… Y, el siglo pasado, hemos visto tantas cosas, tantas brutalidades cometidas contra el pueblo judío y todos estaban convencidos de que se hubiera acabado. Pero hoy, empieza a renacer aquí y allí la costumbre de perseguir a los judíos. Hermanos y hermanas, esto no es ni humano ni cristiano. ¡Los judíos son hermanos nuestros! Y no hay que perseguirlos ¿entendido? Estos esposos demuestran que tienen un corazón lleno de fe en Dios y generoso con los demás, capaz de dar cabida a quienes, como ellos, experimentan la condición de forasteros. Su sensibilidad los llevó a olvidarse de sí mismos para practicar el arte cristiano de la hospitalidad (cf. Rm 12,13; Hb 13,2) y a abrir las puertas de su casa para acoger al apóstol Pablo. Así hospedan no sólo al evangelizador, sino también al anuncio que lleva consigo: el Evangelio de Cristo, que es “una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1,16). Y desde ese momento en adelante su casa se impregna del perfume de la Palabra “viva” (Heb 4,12) que vivifica los corazones.

Áquila y Priscila también comparten con Pablo su actividad profesional, es decir, la fabricación de lonas. Pablo, en efecto, tenía en gran estima el trabajo manual y lo consideraba un espacio privilegiado para el testimonio cristiano (cf. 1 Cor 4, 12), así como una manera justa de mantenerse sin ser una carga para los demás o para la comunidad.

La casa de Áquila y Priscila en Corinto abre sus puertas no sólo al Apóstol sino también a los hermanos y hermanas en Cristo. En efecto, Pablo puede hablar de la “comunidad que se reúne en su casa” (1 Co 16,19), que se convierte en una “casa de la Iglesia”, una “domus ecclesiae”, lugar de escucha de la Palabra de Dios y de celebración de la Eucaristía. También hoy en algunos países donde no hay libertad religiosa y no hay libertad para los cristianos, los cristianos se reúnen en una casa, algo escondidos, para rezar y celebrar la Eucaristía. También hoy existen estas casas, estas familias que se convierten en un templo para la Eucaristía,

Después de un año y medio en Corinto, Pablo dejó la ciudad junto con Áquila y Priscila, que se quedan en Éfeso. También allí su casa se convierte en un lugar de catequesis (cf. Hch 18,26). Finalmente, el matrimonio regresará a Roma y recibirá un espléndido elogio que el Apóstol inserta en su Carta a los Romanos. Tenía el corazón agradecido, y así escribía Pablo de estos dos esposos en la Carta a los Romanos, escuchad: “Saludad a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron sus cabezas para salvarme. Y no soy yo solo en agradecérselo, sino también todas las Iglesias de la gentilidad” (16:4) ¡Cuántas familias en tiempos de persecución se juegan la cabeza para esconder a los perseguidos! Este es el primer ejemplo: la hospitalidad familiar, también en los momentos difíciles.

Entre los numerosos colaboradores de Pablo, Áquila y Priscila, emergen como “modelos de una vida conyugal responsablemente comprometida al servicio de toda la comunidad cristiana.” y nos recuerdan que, gracias a la fe y al compromiso de evangelización de tantos laicos como ellos, el cristianismo ha llegado hasta nosotros. En efecto, “para arraigar en la tierra del pueblo, para desarrollarse ampliamente, era necesario el compromiso de estas familias. Pensad que el cristianismo desde el principio lo predicaron los laicos. También vosotros, laicos, sois responsables por vuestro bautismo, de llevar adelante vuestra fe. Era el compromiso de tantas familias, de estos esposos, de estas comunidades cristianas, de fieles laicos que ofrecieron el “humus” al crecimiento de la fe. Y sólo así crece siempre la Iglesia. “(Benedicto XVI, Catequesis 7 de febrero de 2007). Es hermosa esta frase del Papa Benedicto XVI: los laicos ofrecen el humus al crecimiento de la fe.

Pidamos al Padre, que ha elegido hacer de los esposos su “verdadera escultura viviente” (Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, 11). Creo que aquí hay recién casados: escuchad cual es vuestra vocación, debéis ser la verdadera escultura viviente, que derrame su Espíritu sobre todos los matrimonios cristianos para que, a ejemplo de Aquila y Priscila, abran las puertas de sus corazones a Cristo y a sus hermanos y hermanas y transformen sus hogares en iglesias domésticas. Hermosa palabra: una casa es una iglesia doméstica, donde vivir la comunión y ofrecer el culto de la vida vivida con fe, esperanza y caridad. Tenemos que rezar a estos dos santos: Áquila y Prisca, para que enseñen a nuestras familias a ser como ellos: una iglesia doméstica donde hay humus para que la fe crezca.