Apreciados hermanos y hermanas, muy buenos días.

Hoy, 19 de mayo, es la Fiesta de Santa María Bernarda Butler, santa cartagenera, nacida en Suiza en 1854, llegada a Cartagena el 2 de agosto de 1895 y canonizada el 12 de octubre de 2008 en Roma por su Santidad el Papa Benedicto XVI. Fue una persona muy importante en la historia de la Iglesia Católica en la ciudad de Cartagena y en Colombia. Dedicó la totalidad de su vida al servicio a la gente más pobre, a los enfermos, a los niños y a los jóvenes. Para estos servicios fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora en el Ecuador, que fue su primer destino misionero en América. El testimonio de su vida, es una riqueza para los católicos, en general, pero especialmente de la ciudad de Cartagena. Con este mensaje les estoy proponiendo que recordemos los aspectos más sobresalientes de su vida y por los cuales, la Iglesia Católica, la ha propuesto como modelo de santidad.

La santidad de vida de Santa María Bernarda Butler nació en contacto con la Palabra de Dios

Santa María Bernarda Butler, desde su juventud escuchó la propuesta de Jesús para hacerse santa. Fue un llamado que ella fue descubriendo a través de la Palabra de Dios.

“Mi vivir es el Evangelio”, solía repetir la santa. Para Santa María Bernarda, éste constituyó la razón de su existencia. “El evangelio sea el principio, medio y fin de su vida”, les enseñaba a las mujeres que fueron acercándose a compartir sus ideales. “El evangelio es santo y celestial mensaje traído por Cristo, conservado incólume por su iglesia y comunicado por ésta a todos sus hijos”.

Así hablaba Santa María Bernarda a las jóvenes que se preparaban para iniciar su vida religiosa: “Vea, Dios te dio semillas santas: las lecciones del Santo Evangelio. El amor a este santo libro es el más bello regalo que puedes recibir; contiene las más puras y santas semillas. De ellas nacen y florecen las más bellas flores de virtudes y los árboles con los frutos más deliciosos. El evangelio es una rica despensa. El pan más puro y nutritivo de la verdad está allí guardado. Ensancha el corazón y llénalo hasta el borde para que, en cada situación de tu vida, en el sufrimiento y en la alegría, tengas una despensa para abastecerte y fortificarte a ti misma y a los otros”.

Su experiencia con la Eucaristía

Santa María Bernarda fue una mujer eucarística. Jesús en la eucaristía era el centro de su vida, su todo. Pasaba largas horas delante del Santísimo Sacramento del altar. Era edificante verla en adoración. Se sentía profundamente emocionada cuando pensaba en Jesús presente en la Eucaristía. No medía esfuerzos y sacrificios hasta el fin de su vida para para participar en la Santa Misa que amó con todas las fuerzas de su corazón.

Una de las ventajas de quienes forman una verdadera fraternidad de amor, es la participación del techo común con Cristo Eucaristía. El Santo sacrificio de la misa es un sacrificio de admirable y de efectivo perdón. Lleven a la santa misa un corazón lleno de amor y de reconciliación.

La Santa Misa era el centro de sus días, la hora grande, o como decía ella “el tiempo más precioso en que uno puede ganar o perder muchísimo”. “La Santa misa es mi consuelo en la vida, que sea también mi consuelo en la muerte”.

Su compromiso con los pobres

Santa María Bernarda en éste, como en tantos otros aspectos de su itinerario espiritual se considera entusiasta seguidora de San Francisco de Asís, patrono de la Congregación que fundó. “Francisco dice, que sus hijos consideren el dinero y los bienes terrenos como basura. Pero como la iglesia nos aconseja que vivamos del trabajo de nuestras manos, necesitamos dinero para comprar lo necesario”.

Santa María Bernarda sentía unas ansias grandes de entregar todo, hasta donde fuera posible. “Con gusto hubiera dado aún mis propios vestidos a los necesitados”. A una religiosa le escribió: “Si una hermana les pide algo para sí o para un enfermo no se midan; den con amor y cuanto antes”. A su sucesora, la madre Francisca Holenstein escribió: “Mantengan la costumbre de dar generosamente aun de lo poco que tengan a los pobres y necesitados. No tengan miedo de la pobreza; Dios nos bendice por esto aquí en la tierra y en eternidad”.

Su vida de oración. 

Santa María Bernarda hablaba de Dios como su Padre bondadoso, con quien dialogaba diariamente. Sentía esta singular relación que frecuentemente se traducía en coloquios, inspiraciones interiores y éxtasis. Vivió una profunda intimidad contemplativa, reconociendo el amor y la presencia permanente de Jesús. Era una mujer orante y contemplativa.

A sus religiosas, Santa María Bernarda, les enseñaba: “Dios nuestro Padre, quien desde mi más tierna juventud me ha atraído a Él, me inspiró un ardiente celo por la oración de intercesión.  En toda mi vida he querido amar a Dios profundamente, darle gracias, sufrir por él, así como pedir incesantemente por las necesidades del mundo entero”. Animaba a la gente con la cual entraba en contacto como misionera, a la oración y a la unión con Dios, no tanto por la lectura de textos devotos como por la contemplación. Les decía: “Cultivemos la vida de intimidad con Dios. El contacto con Cristo nos hará fuertes para cualquier exigencia de nuestro diario vivir y, sobre todo, hará que nos amemos unas a otras como Cristo y el Padre se aman”.

Su amor a la Santísima Virgen María.

Para Santa María Bernarda, María es la primera y más perfecta discípula de Jesús; a quien ella escucha, contempla y guarda en su corazón, la que sigue a Jesús y hace siempre la voluntad del Padre. La totalmente disponible a la acción del Espíritu Santo, la primera misionera y la que anima a la comunidad de apóstoles a anunciar el evangelio de Jesús.

Su entrega a la Misión de la Iglesia

Santa María Bernarda, fue una mujer misionera. Ese fue el motivo por el cual dejó su patria Suiza y se vino al Ecuador y luego a Cartagena, como misionera. Sentía un profundo anhelo de llevar la Buena Noticia de la salvación, a la gente que no conocía a Jesús. Su Congregación la fundó para la Misión. Eso la llevó a salir de los muros del convento para llevar el Evangelio a tierras lejanas. Con pocos recursos humanos y entre mil dificultades, fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora y les señaló la Misión como el espléndido camino que debían recorrer con entusiasmo las hermanas.

“Lo único que nos impulsa a perseverar en la Misión es la honra y gloria de Dios. Ninguna de nuestras hermanas regresará jamás a la patria, y ofrecerá a Dios el sacrificio hasta la muerte. Es una gracia especial y estamos siempre felices y contentas.” (Carta a Msr.Egger Obispo de St Gallen, desde el Ecuador)”

Misionera de la Misericordia

Santa María Bernarda quiso que su Congregación se caracterizara por el ejercicio de las obras de misericordia. “Tú, amado Padre, por medio del Espíritu Santo, sin mérito alguno de mi parte, me permitiste una mirada clara y penetrante al mar insondable de tu misericordia. Me dijiste: mira la altura, la profundidad, la anchura y la longitud de mi misericordia e intenta medirla. Miré hacia lo alto y vi que encima de la altura de la misericordia no había cima ni límite alguno. Miré a lo profundo y no vi fondo. Tendí la mirada en dirección de la longitud y mis ojos reconocieron un camino que salía de la eternidad y continuaba hasta el fin del mundo…”

Apreciados hermanos y hermanas, el hecho de que celebremos la fiesta de Santa María Bernarda Butler, en tiempos de pandemia y en la ciudad de Cartagena, es una buena oportunidad para ponerla como intercesora ante Dios nuestro Padre, por nuestra ciudad, por nuestro departamento y Colombia. Ella conoció el sufrimiento durante su vida. Ser misionera y fundadora de una Congregación Misionera no le fue fácil. Conoció el sufrimiento. Les propongo que con ocasión de su fiesta, la invoquemos y le pidamos que interceda, ante Dios nuestro Padre, por la humanidad que sufre a causa de la pandemia.

¡Santa María Bernarda, Ruega por nosotros!

Cordial y fraternal saludo.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Arzobispo de Cartagena

Cartagena, martes 19 de mayo.