ABRIENDO CAMINOS DE ESPERANZA EN CARTAGENA

“UN CIELO NUEVO UNA TIERRA NUEVA” (AP 21,1)

Objetivo: Proponer la Cultura de la Esperanza, como modo de vida de los Discípulos Misioneros, desde una lectura actual del libro del Apocalipsis, en la Arquidiócesis de Cartagena.


PRESENTACIÓN

Con el Itinerario “Abriendo Caminos de Esperanza” del año 2018-2019, completamos tres años de reflexión sobre la virtud de la Esperanza Cristiana, en el caminar de la Misión Permanente en la Arquidiócesis de Cartagena. Colombia y el mundo, más que nunca, viven ansiosos de poder vivir una auténtica Esperanza en la vida.

Esperamos muchos resultados concretos de este esfuerzo evangelizador, que llamamos Misión Permanente. Nuestras vidas lo anhelan urgentemente en especial los que sufren, los enfermos, las víctimas, los migrantes, los pobres, etc. Sin embargo, los primeros beneficiarios de esta reflexión tenemos que ser todos los que hemos sido llamados por el Señor y por nuestra Iglesia a ser Discípulos Misioneros en la Arquidiócesis. Y para ello es urgente que todos reafirmemos nuestra fe en la Esperanza. Este es el motivo por el cual hemos escogido el libro del Apocalipsis, libro de la Esperanza Cristiana, como base para el itinerario de este año.

Creer en la Esperanza es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús, Resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz, que se encierran en el corazón de los Discípulos Misioneros, y en palabras de San Pablo: “Que se encierra en el corazón de la humanidad y de la creación entera”.

Creer en la Esperanza es revelarnos con todas nuestras fuerzas contra el hecho de que es inmensa la mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, quede olvidada para siempre.

Creer en la Esperanza es confiar en una vida en la que ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Al fin podremos ver a los que caminan desanimados y tristes por las ciudades y las carreteras de Colombia, llegar a su verdadera patria.

Creer en la Esperanza es acercarnos con Fe a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las Palabras del Padre: “Entra para siempre en el gozo de tu Señor”.

Creer en la Esperanza es no resignarnos a que Dios sea para siempre un Dios oculto del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús, en la familia y en las Pequeñas Comunidades Eclesiales.

Creer en la Esperanza es Confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío, un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino. Creer en la Esperanza es saber, que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza, con nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.

Creer en la Esperanza es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las huellas que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido con amor quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.

Creer en la Esperanza es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en los labios de Dios: “Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial de la vida”. Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas, por que todo eso habrá pasado.

Reemprendamos con alegría el anuncio de que Jesús está vivo. El libro del Apocalipsis es un testimonio, vivido en un pueblo concreto de que el final será feliz. Llevemos este mensaje por todas partes. Queridos Discípulos Misioneros, gracias a todos ustedes, porque con su entusiasmo y su tiempo generoso nos acompañan a llenar de Esperanza a todos los habitantes de la Arquidiócesis de Cartagena y en todos los rincones de nuestra geografía.

Siempre los recuerdo con cariño y bendigo sus pasos misioneros.

+Jorge Enrique Jiménez Carvajal, Arzobispo de Cartagena