Presentación de la exhortación Apostólica Postsinodal a los Movimientos Eclesiales en Cartagena de Indias

Por: Rodrigo Rondón Rojas
CEVA.

El pasado miércoles 10 de abril en la casa de oración María de Nazareth, se llevó a cabo la presentación de la última exhortación que el S.S. Francisco lleva en especial a toda la comunidad juvenil del mundo con el fin de anunciar la buena nueva de un cristo vivo y resucitado que es amigo y en especial se presenta como la esperanza para la juventud.

Los casi 600 asistentes de todos los movimientos apostólicos de la ciudad, en promedio adultos jóvenes y padres de familia, recibieron de manera personal de la persona del arzobispo Jorge Enrique Jiménez Carvajal, este kerigma que revela el anuncio desde cuatro (4) pilares fundamentales en los que la voz de Jesús habla como 1. Dios te ama; 2. Cristo te salva; 3. Cristo vive; y 4. La acción del espíritu Santo es dador de vida.

El llamado vehemente de parte del PAPA francisco que comunicó monseñor Jiménez Carvajal como interlocutor, es rescatar el adolescente, el adulto menor, ese ser humano lleno de vitalidad e inocencia, para convertirlo en un protagonista dinámico, creyente, que sabe preguntar y al cual hay que nutrir con respuestas ante todas sus dudas, más aún sacarlo del espejismo de contrariedades que se presenta en el mundo actual con las trampas que están a la orden del día.

Dentro de las frases más destacadas en el texto de la exhortación apostólica se encuentran: “No podemos decir que los jóvenes son el futuro del mundo. Son el presente, lo están enriqueciendo con su aporte” “Un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, sea capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de si para construir algo mejor” “” Atraídos por ese rostro tan amado, que adoramos en la sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne al hermano sufriente. (…) El espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante”

Entre otros mensajes, se llama a no caer en la tentación de las redes sociales como medios de convivencia, sino de evangelización y sano aprendizaje. Tener cuidado de las páginas nocivas para la salud mental y física, además de no dejar perder la humanidad de la fraternidad y el compartir por las pantallas que nos desvían del diario vivir.