Entrevista realizada por motivo de su cumpleaños número 72, el 29 de marzo de 2014

Al distinguido Arzobispo de Cartagena, Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, sin lugar a equivocarme, ni mucho menos a extremar, se le puede definir como un tipo diligente, intelectual y luchador, como una persona dueña de un don de gentes insuperable, y tal como lo refleja este trabajo, como un estupendo conversador.

Indiscutiblemente es un aguerrido luchador, porque en la experiencia de sus días ha enfrentado con probidad contingencias adversas como el secuestro del que fue víctima en el año 2.002, y recientemente, cuando una infección bacteriana lo instaló por casi dos meses en una unidad de cuidados intensivos. Pero léanlo bien, de todas ellas pudo salir vencedor gracias a la acción poderosa de la Mano del Señor, y además, según él mismo nos lo revela, a la inquebrantable oración de intercesión de su presbiterio y de la feligresía. En este orden de ideas, les invito a que se dispongan a conocer un tanto más a nuestro pastor y su perspectiva frente a ciertas realidades eclesiales y morales.

Julio Morelos: ¿Cómo inicia un día cualquiera en la vida de Monseñor Jorge Jiménez, o dicho en otros términos, tiene nuestro Pastor algún ceremonial que definitivamente es insustituible?

Monseñor Jorge: A ver, mi vida es muy normal, ahora ni utilizo siquiera la alarma del reloj. Cinco, o cinco y media estoy en pie, bueno, y hace uno lo que hace todo el mundo normalmente; la higiene del cuerpo, el rato de oración, el desayuno y luego a trabajar.

J.M: ¿Monseñor cuéntenos, desde que horas le empieza a sonar el teléfono?

M.J: No, eso sí es muy diverso, a veces es temprano y a veces es un poco más tarde, eso no tiene nada fijo.

J.M: ¿Cuál fue la opinión de sus padres cuando les contó que optaría por el sacerdocio, cuantos años tenía y qué circunstancias concretas le permitieron comprender que usted sería un pescador de hombres?

M.J: En realidad, cuando ya tomé la opción de que yo quería ser sacerdote, hablé con mis padres, y mis padres lo que hicieron fue apoyarme. Yo nunca tuve ninguna reticencia ni de mis padres, ni de mis hermanos en aquello de ir al seminario. Fui al seminario de los Eudistas en Usaquén, y allí me formé, así como ustedes en este seminario.

J.M: ¿Qué cosas, precisa usted, pasaban por su pensamiento cuando lo estaban ordenando presbítero?

M.J: Bueno eso ya hace 47 años. Entonces me ordenaron sacerdote en la catedral de Bucaramanga el que era Obispo en ese momento de Bucaramanga, Monseñor Héctor Rueda Hernández. Me acuerdo que fue en una tarde de sábado, me acuerdo que me rodeaba un buen número de sacerdotes, que junto con el Obispo, me impusieron sus manos. Viví esa experiencia con mucho fervor y con mucha emoción, estaba presente mi familia y sentí verdaderamente que todos oraban por mí para que el Espíritu Santo que en ese momento se derramó sobre mi vida a través del sacramento del Orden llegara hasta lo profundo de mi corazón. Fue una experiencia bellísima, nosotros los sacerdotes somos unos privilegiados, Dios nos ama mucho y Dios nos llena de su amor y de su Gracia particularmente a través del sacramento del Orden.

J.M: ¿Cuál es ese libro o pasaje de las Sagradas Escrituras que Monseñor Jorge jamás olvida y por qué?

M.J: Hay muchos. Esta semana estaba yo con el padre Javier Rosanía elaborando la segunda etapa del itinerario de la Carta a los Romanos, y ahí no más encontrábamos en la segunda etapa tres signos bellísimos de Pablo, a cual más hermoso. Uno, que es como diría yo el gran lema del itinerario de los Romanos: “¿quién me separará del amor de Jesucristo?”. Es un texto bellísimo, era un himno de las primeras comunidades cristianas, y ellos con mucha fuerza repetían: “nada nos separará, nada nos separará, nada ni nadie nos separará del amor de Jesucristo, ni el sufrimiento, nada en absoluto, nada ni nadie”. Ese es un bellísimo texto, pero como ese hay otros cuantos muy bellos, muy hermosos.

J.M: ¿Qué significado tiene en la vida de Monseñor Jorge la Santísima Virgen María?

M.J: Bueno eso si me enseñaron mis papás, lo aprendí en los brazos de mi madre, en las piernas de mi madre, allá en el hogar aprendí a rezar el rosario junto con mis padres, junto con mis hermanos, todos los días en el hogar se rezaba el Santo Rosario y a partir del Rosario, meditando sus misterios, aprendí como Dios nos ha amado dándonos a su Madre, a la Madre de Jesús como nuestra propia Madre. La amo tiernamente, recurro a ella, vivo muy confiado de su protección y de su amor.

J.M: ¿Según su sabio y prudente entender, cuál fue el fruto más significativo del Concilio Vaticano II y del sínodo de Aparecida para la América Latina?

M.J: Son dos cosas muy diferentes hijo, entre una y otra hay cincuenta años casi, o hay 45 años, entonces es muy diferente lo uno de lo otro. El más importante hecho que le ha sucedido contemporáneamente a la Iglesia es el Vaticano II, que fue la gran renovación de la Iglesia, todavía vivimos del Vaticano II. Aparecida es una manifestación puramente del Vaticano II, de tal manera que no se puede comparar lo uno con lo otro. Aparecida está muy bien orientado para la renovación de una Iglesia porque está basado en el Vaticano II; el gran hecho, el gran Pentecostés del siglo veinte fue la celebración del Vaticano II y todavía vivimos de todas las propuestas y de todos los anuncios tan bellos y tan hermosos que nos dejó el Vaticano II con respecto a todos los temas de nuestra fe.

J.M: ¿En qué se inspiró usted para efectos de la articulación del plan arquidiócesano de pastoral?

M.J: A ver, en realidad el plan arquidiocesano de pastoral aquí en Cartagena lo fuimos elaborando entre todos, no se puede decir que fue el Obispo el que impuso un plan, lo fuimos elaborando poco a poco durante seis, ocho meses después de que yo llegué aquí a Cartagena. Los sacerdotes me pidieron expresamente que les ayudara a formular un plan de pastoral. Yo en mi vida he trabajado mucho la planeación pastoral, he sido profesor de eso en muchas partes, para mucha gente y durante muchos años, entonces en realidad, como es lógico, aproveché lo que yo mismo había visto y lo que yo mismo había enseñado para que aquí pudiéramos tener un plan lo más aterrizado posible y lo más participativo posible. Yo creo que lo logramos, es un magnifico plan, sencillo. Usted ve que la inmensa mayoría de la gente sencilla le repite a uno cuales son los elementos del plan, los está buscando en su pequeña comunidad, en su vereda, en su barrio, en su parroquia, y yo creo que eso ha sido un gran beneficio para la Arquidiócesis de Cartagena. Tener un plan no complicado, entre más complicado es un plan, menos gente participa. Este plan logró ser muy sencillo, aterrizado, muy entusiasmante, y ahí vamos, vamos a cumplir ya diez años de estar con el plan arquidiocesano de pastoral.

J.M: ¿Pese a todos los movimientos secularistas que invaden las sociedades, hoy por hoy es viable hablar de ecumenismo?

M.J: A ver, el secularismo es diferente al ecumenismo, muy diferente. El secularismo es una ideología que está íntimamente unida al materialismo, que le hace mucho mal a los hombres y a las mujeres, porque les quita la dimensión trascendente de Dios, la dimensión trascendente del Espíritu. En cambio, el ecumenismo es un movimiento que busca la unidad de los cristianos. El ecumenismo lo comenzó con una oración muy hermosa Jesús el día del jueves Santo cuando en la última cena decía: “Padre, que todos sean uno, como Tu y Yo somos uno”. Esa es la gran oración del ecumenismo, lamentablemente nosotros nos hemos dividido y eso no le hace bien a la cristiandad, a los cristianos no nos hace bien, a ninguno, yo creo que eso hay que trabajarlo mucho más, hay que lucharlo mucho más, pero no es fácil, porque el ecumenismo supone una gran sinceridad de parte de todos, y no estar buscando ventajas los unos sobre los otros, sino comprender que si entre todos anunciamos el verdadero y auténtico Evangelio, es la gente la que sale beneficiada, de manera pues que ha habido unos papas más que otros que han trabajado el ecumenismo. El papa actual, el papa Francisco yo creo que va a comenzar en un momento determinado a hablarnos de eso, y creo que nos ayudará mucho en la iglesia, porque uno ve que las otras ramas cristianas diferentes al Catolicismo ven con mucha simpatía al papa Francisco. Eso va a ayudar ciertamente para el ecumenismo, no sé como pero tendrá su momento.

J.M: ¿Qué es lo que más disfruta de su ejercicio pastoral?

M.J: Muchas cosas. Ordenar sacerdotes es muy hermoso, muy emocionante, claro está, que uno sufre mucho si está imponiendo las manos sobre una persona que verdaderamente va a ser un buen sacerdote, pero es muy hermoso porque tener el poder de transmitir el Espíritu de Dios a un sacerdote eso es inmenso, eso es un regalo de mi Dios. También me encanta ir a las parroquias, tanto a las de la ciudad como a las de los pueblos, y me encanta celebrar el sacramento de la confirmación porque es un contacto con los jóvenes, el contacto con los jóvenes siempre me ha apasionado, sigo pensando que son la gran fuerza, la gran esperanza que hay en nuestra Iglesia de Cartagena.

J.M: Monseñor, se acerca su cumpleaños, ¿Cuál considera usted que han sido dos de los presentes más bellos que le ha dado el Señor a lo largo de sus días?

M.J: Dos veces me regaló la vida, fueron dos, me la regaló hace setenta y dos años que voy a cumplir, pero volvió y me la regaló completica hace muy pocos meses cuando la enfermedad, una infección muy fuerte causada por unas bacterias me tuvo al borde de la muerte. La oración de los fieles, la oración de los sacerdotes, la oración de toda la gente en Cartagena, logró de parte de Dios que me volviera a regalar la vida, y me volvió a regalar la vida y aquí estoy bregando a responderle.

Por Julio Morelos Nassi, miembro de la CEVA (Comunidad de Evangelización Virtual de la Arquidiócesis)

@JulioMorelos