EL PAPA: DIOS PREFIERE UNA ORACIÓN DE PROTESTA Y NO UNA RELIGIOSIDAD HIPÓCRITA
18 de mayo 2022
El Papa Francisco, en su audiencia general, continuó con la serie de catequesis dedicada a la vejez y concluyó el libro de Job del Evangelio. La protesta de Job a Dios nos enseña a ser libres al momento de orar, protestarle a Dios, y Él en el silencio nos escucha
Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco, en su catequesis de hoy dedicada a la vejez, recordó la figura de Job, como testigo de la fe que no acepta una “caricatura” de Dios, más bien le “grita”, le protesta a Dios “frente al mal, para que Dios responda y revele su rostro. Y Dios al final responde, como siempre de forma sorprendente -dijo el Papa- muestran a Job su gloria, pero sin aplastarlo, es más, con soberana ternura».
El Papa en su Catequesis, recuerda la manera de rezar de Job, protestando a Dios, pero sin considerarlo un perseguidor. Al respecto, el Papa dijo a los fieles presentes, que protestarle a Dios es una forma de rezar, los niños o los jóvenes le protestan a los padres, es una forma de llamar la atención y pedirles que se ocupen de ellos:
“Si tienes en tu corazón alguna llaga, algún dolor y tienes ganas de protestar, protesta también [contra] Dios, Dios te escucha, Dios es Padre, Dios no se asusta por nuestra oración de protesta, ¡no! Dios lo entiende. Pero sé libre, sé libre en tu oración, no aprisiones tu oración en patrones preconcebidos. ¡No! La oración debe ser así, espontánea, como la de un hijo con su padre, que le cuenta todo lo que le viene a la boca porque sabe que su padre le entiende”.
Las pruebas de Job
Francisco dijo que el libro de Job representa de “forma dramática y ejemplar lo que en la vida sucede realmente. Es decir, que sobre una persona, sobre una familia o sobre un pueblo se derriban pruebas demasiado pesadas, desproporcionadas respecto a la pequeñez y fragilidad humana. En la vida a menudo, come se dice, “llueve sobre mojado”. Y algunas personas se ven abrumadas por una suma de males que parece verdaderamente excesiva e injusta”.
Cada uno de nosotros nos hemos impresionado del grito, de personas que conocemos, que son así:
“Todos hemos conocido personas así. Nos ha impresionado su grito, pero a menudo nos hemos quedado también admirados frente a la firmeza de su fe y de su amor. Pienso en los padres de niños con graves discapacidades, o en quien vive una enfermedad permanente o al familiar que está al lado… Situaciones a menudo agravadas por la escasez de recursos económicos. En ciertas coyunturas de la historia, este cúmulo de pesos parecen darse como una cita colectiva. Es lo que ha sucedido en estos años con la pandemia del Covid-19 y lo que está sucediendo ahora con la guerra en Ucrania”.
Al respecto, el Papa confirmó que no podemos justificar estos “excesos” como una racionalidad superior de la naturaleza y de la historia, ni tampoco bendecirlos religiosamente como respuesta justificada a las culpas de las víctimas, que se lo han merecido.
La protesta a Dios es una forma de rezar
Es “una especie de derecho de la víctima a la protesta, en relación con el misterio del mal, derecho que Dios concede a cualquiera, es más, que Él mismo, después de todo, inspira. El “silencio” de Dios, en el primer momento del drama, significa esto. Dios no va a rehuir la confrontación, pero al principio deja a Job el desahogo de su protesta. Quizás, a veces, deberíamos aprender de Dios este respeto y esta ternura”. Y a Dios no le gusta esa enciclopedia -llamémosla así- de explicaciones, de reflexión que hacen los amigos de Job. Aseveró Francisco, ese es el jugo del lenguaje, que no es el correcto: es esa religiosidad la que explica todo, pero el corazón permanece frío. A Dios no le gusta eso. Le gusta más la protesta de Job o el silencio de Job.
Dios nos guarde del pietismo hipócrita y presuntuoso
Repasando el pasaje bíblico, el Pontífice recuerda a los amigos de Job, que cuando los necesitaba, en vez de consolarlo, se dedicaron a juzgarlo con esquemas preconcebidos:
“Cuando finalmente Dios toma la palabra, Job es alabado porque ha comprendido el misterio de la ternura de Dios escondida detrás de su silencio. Dios reprende a los amigos de Job que suponían que sabían todo, de Dios y del dolor y, habiendo venido a consolar a Job, terminaron juzgándolo con sus esquemas preconcebidos. ¡Dios nos guarde de este pietismo hipócrita y presuntuoso! ¡Dios nos preserve de esa religiosidad moralista y de esa religiosidad de preceptos que nos da cierta presunción y te lleva al fariseísmo y a la hipocresía!”
La protesta de Job y el silencio de Dios
Dios se expresa con ira contra los amigos de Job, pero no los castiga porque Job intercede por ellos. La declaración de Dios nos sorprende, afirmó el Santo Padre, porque hemos leído las páginas encendidas de la protesta de Job, que nos han dejado consternados. “Sin embargo – dice el Señor – Job ha hablado bien, porque se ha negado a aceptar que Dios es un “Perseguidor”. Y como recompensa, Dios le devuelve a Job el doble de todos sus bienes, después de pedirle que ore por esos malos amigos suyos”, Job, incluso cuando estaba enojado contra Dios, ha negado que sea un perseguidor, lo busca, señaló Francisco:
“El punto de inflexión de la conversión de la fe se produce precisamente en el culmen del desahogo de Job, donde dice: «Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará, sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro» (19,25-27)”.
Podemos interpretarlo así, dijo el Papa: “Este pasaje es hermoso. Me recuerda el final de ese brillante oratorio de Haendel, el Mesías, después de esa celebración del Aleluya la soprano canta lentamente este pasaje: ‘Sé que mi Redentor vive’, con paz. Y así, después de todo este asunto del dolor y la alegría de Job, la voz del Señor es otra cosa. «Sé que mi Redentor vive»: es algo hermoso. Podemos interpretarlo así: ‘Dios mío, sé que Tú no eres el Perseguidor. Mi Dios vendrá y me hará justicia. Es una simple fe en la resurrección de Dios, una simple fe en Jesucristo, una simple fe en que el Señor siempre nos espera y vendrá”.
La sabiduría de la vejez
El Papa nos recordó que la profesión de fe de Job – que emerge precisamente en su incesante llamamiento a Dios, a una justicia suprema – se completa al final con la experiencia casi mística que le hace decir: «Yo te conocía solo de oídas, más ahora te han visto mis ojos» (42,5). Y exclamó el Papa, que muchas personas, después de una experiencia mala, algo oscura, cedemos y conocemos a Dios mejor que antes. Y decimos, como Job:
«Que te conocía un poco de memoria, o de oídas, pero ahora te he visto, porque a ti te he conocido. Este testimonio es especialmente creíble si la vejez lo asume, en su progresiva fragilidad y pérdida. ¡Las personas mayores han visto mucho en la vida! Y también han visto la inconsistencia de las promesas de los hombres. Hombres de derecho, hombres de ciencia, hombres de religión incluso, que confunden al perseguidor con la víctima, imputando a esta toda la responsabilidad de su dolor. ¡Se equivocan!»
Por eso, el Pontífice aseveró que los ancianos que encuentran el camino de este testimonio, que convierte el resentimiento por la pérdida en tenacidad para seguir la promesa de Dios -hay un cambio, no es así, del resentimiento por la pérdida a la tenacidad para seguir la promesa de Dios-, estos ancianos, dijo por último, son una guarnición insustituible para la comunidad a la hora de afrontar el exceso de maldad:
«La mirada de los creyentes que se dirigen al Crucificado aprende precisamente esto. Que lo aprendamos también nosotros, de tantos abuelos y abuelas, de tantos ancianos que, como María, unen su oración, a veces desgarradora, a la del Hijo de Dios que en la cruz se entrega al Padre. Miremos a los ancianos, miremos a los ancianos, a las ancianas, a los viejitos; mirémoslos con amor, miremos su propia experiencia que han sufrido tanto en la vida, que han aprendido, tanto en la vida, que [han] pasado, por tanto, y cómo al final tienen esta paz, una paz -diría- casi mística, que es la paz del encuentro con Dios, que pueden decir ‘te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te han visto’. Que estos ancianos se parezcan a esa paz del hijo de Dios en la cruz que se entrega al Padre».
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