«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso”.  Este texto del Apocalipsis 15,3, describe la inclinación del padre José Marino a la contemplación. Era un amante de la naturaleza. Tenía en su pieza una jaula gigante llena de pájaros, a cada uno le tenía nombre. Adaptó en la casa cural del Pie de la Popa, una pequeña ventana para que el perrito pudiera asomarse al exterior y ladrar. Con sus ahorros compró una finca, que negoció para luego adquirir otra llamada “Parcela 111” en el sector de Arroz Barato, en donde vivía en medio de plantaciones de bambú, frutales e imágenes religiosas. Le acompañaba una familia y docenas de caninos que además de protección y descendencia, le buscaban, movían la cola al ritmo de las orejas y se volteaban boca arriba para que los acariciara. Les tenía nombres y todos en conjunto con él parecían celebrar un himno de alabanza al Señor. “Alabado seas, Señor por todas tus criaturas”, del cántico de San Francisco de Asís.

Sereno, prudente, mariano y liturgista. Le llamaba a la Virgen “Marucha” y obsequiaba imágenes y rosarios. Además de los retiros reglamentarios del clero, hacia otros en el Monasterio de los Benedictinos en Guatapé, Antioquia. Se alimentaba espiritualmente de la liturgia de las horas, del santo rosario, de la liturgia y obras del Padre Ignacio Larrañaga y motivaba a otros dentro de esta escuela de espiritualidad.

Era del Eje Cafetero, nacido en el municipio de Aguadas, Caldas el 2 de junio de 1938. Allí se compenetra  mucho con la ecología.  Trabajó en el Ministerio de Obras Públicas. Descubrió su vocación en la edad adulta y se incorporó a un seminario nocturno que existía en Manizales. Al cerrarse éste, llega a Cartagena con otros compañeros y con el apoyo de Monseñor Rubén Isaza se vincula a la Arquidiócesis de Cartagena y forma parte del seminario Juan Pablo II de ese entonces. A los 42 años fue ordenado sacerdote el día 21 de Junio de 1980 con ocasión de los 400 años del nacimiento de San Pedro Claver.

Ejerció su ministerio como capellán del Hospital Naval, inclinándose mucho a la pastoral de enfermos. Fue Vicario Parroquial de Nuestra Señora de la Candelaria y párroco de Santa Ana en el barrio Lo Amador. Fallecido el padre Eugenio Merlano, que era el párroco de la Ermita del Pie de la Popa, fue nombrado como párroco en propiedad. Adecúa una sección de la sede de la Acción Católica como casa cural y remodela el altar de la Ermita. Promueve la catequesis, escuela de acólitos y grupos juveniles. Era muy estimado por las familias de ese barrio y prestaba ayuda económica y espiritual a los seminaristas, algunos le llamaban “nuestro papá”.

Se desempeñó como Canciller de la Arquidiócesis de Cartagena durante más de tres décadas. En la mitad de su jornada acudían a la ventana de su oficina unas tortolitas para recibir su merienda que les tenía reservada, el alpiste.

Fue párroco en Santo Domingo y Rector de la Catedral. Del presupuesto de la parroquia, destinaba una partida para apoyar pastoral juvenil y pastoral vocacional. Al cumplir la edad de retiro se ubica en su finca y desde allí apoya la liturgia en la Parroquia Ntra. Sra. de Belén.

Siempre tuvo dificultades de salud, pues la presión arterial se le desestabilizaba, pero le daban de alta y continuaba con el mismo entusiasmo las actividades propias de su ministerio. Siempre mostró don de fortaleza y  serenidad en medio del sufrimiento. El y su breviario fueron una pareja que envejecieron juntos.  El ultimo cántico del salterio, salmo 150 que dice “Que todo cuanto vive y respire alabe al Señor” describe su actitud ante la vida ya sea  en labores o en descanso,  en la salud o en la enfermedad, en el escritorio o en la finca”

Finalmente le apareció un cáncer en el hígado y eso  produjo su deceso en la madrugada del dia 1 de agosto de 2018, en la casa parroquial de la Divina Providencia al amparo de su amigo el Padre José Yenid Perdomo. Su vida y ministerio son una invitación al himno: “Criaturas todas del señor bendecid al Señor”.

Cortesía: Padre Sahabel Porto