“No podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído.”
La plácida realidad de una noche cartagenera en el contexto del estadio de softball del barrio Chiquinquirá, fue, el pasado 6 de junio de los corrientes, el epicentro del estallido de gracia y bendiciones celestiales que solo puede suscitar la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo.
El marco de acción de la vigilia de Pentecostés fue diseñado con varios meses de anticipación dado que no podían quedar detalles sueltos en la fiesta del quincuagésimo día después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y que además, la Sagrada Tradición considera como el instante en el que nace la santa madre Iglesia Católica.
Pues bien, el pleno de las zonas de pastoral de la Arquidiócesis, con sus grupos parroquiales y comunidades juveniles de oración, asistieron puntual a la cita pactada para las 7:00 de la noche, pues como es habitual, luego de unos cantos preparativos y de un momento fuerte de oración, iniciaría la predicación del sacerdote panameño David Cosca. La enseñanza del presbítero se fundamentó en el valor de la condición Alter Christus de los ministros ordenados y, en la importancia del Espíritu Santo y de la Virgen María en sus días, como quiera que antes de asumir el sacramento él se orientó en el satanismo.
Ya en el borde de la media noche tuvo lugar la Eucaristía presidida por Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal y concelebrada por los miembros del clero citadino. En ella nuestro Arzobispo hizo énfasis en las exhortaciones del Papa Francisco respecto a que el Paráclito es el que nos viene a recordar la pertinencia del mandamiento del amor y la necesidad de su acatamiento.
El fenomenal evento concluyó en la alborada del día sábado con otros tantos períodos de alabanza, oración de intercesión y con una sentida exposición del Santísimo que desencadenó muchos testimonios edificantes.
Por Julio César Morelos Nassi, Comunicador Social
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