Apreciados hermanos y hermanas, muy buenos días.

Las celebraciones de las primeras comunidades cristianas, eran solamente celebraciones de la muerte de Jesús en la Cruz. Se leían y se celebraban, con mucha emoción, los relatos que los autores de los Evangelios fueron escribiendo, con inspiración divina, para que nunca los olvidáramos: su Pasión y su muerte por nosotros. En ellos los escritores buscaban ayudar asumir el escándalo de la Cruz. Esta ha sido siempre la convicción de todos los que creemos en él:Jesús murió por nosotros! Y en su Cruz, colocó todo nuestros pecados. Y con su muerte, nos salvó, de todo lo que ellos merecían. También en su Cruz recogió todos los sufrimientos y dolores, de todos los hombres y mujeres, de todos los tiempos. Y nos dio esperanza. La muerte no tiene la última palabra, ni en la vida de Jesús, ni en la vida de ninguno de sus discípulos. La Cruz, siempre nos hace ver la Luz. Si hemos muerto con Cristo, también resucitaremos con Él.

Ya estamos a las puertas de esta SEMANA SANTA EN FAMILIA. Y durante todos los días, y en cada día, estamos invitados solamente a mirar la Cruz de Jesús. Y a colocar en ella, todos los sufrimientos del mundo en esta “pandemia”, son muchos y algunos terribles. Los nuestros, los de nuestra familia, los de todos los hombres y mujeres, los de la humanidad. Y todos, “en Familia”, vamos a escuchar de nuevo estas palabras: “Jesús murió por nosotros en la Cruz y en la Cruz nos hace ver la luz”. 

Mártir fiel

Los discípulos de Jesús hemos atribuido al Crucificado diversos nombres: “Redentor”, “Salvador”, “Rey”, “Liberador”. Podemos acercarnos a Él agradecidos: Él nos ha rescatado de la muerte. Podemos contemplarlo conmovidos: nadie nos ha amado así. Podemos abrazarnos a Él para encontrar fuerzas en medio de nuestros sufrimientos y penas. 

Entre los primeros seguidores de Jesús, se lellamaba también: “mártir”, es decir, testigo. Un escrito llamado Apocalipsis, redactado hacia el año 95, ve en el Crucificado al “mártir fiel”, “testigo fiel”. Desde la Cruz Jesús se nos presenta como testigo fiel del amor de Dios y también como una existencia identificada con los más pobres, con los últimos. No hemos de olvidarlo. 

Se identificó tanto con las víctimas inocentes que terminó como ellos. Su palabra molestaba. Había ido demasiado lejos al hablar de Dios y su justicia. Ni el “imperio” ni el “templo” lo podían consentir. Había que eliminarlo. Tal vez, antes de que Pablo comenzara a elaborar su teología de la Cruz, entre los pobres de Galilea se vivía esta convicción: “ha muerto por nosotros”, “por defendernos hasta el final”, “por atreverse a hablar de Dios, como defensor de los últimos”.  

Al mirar al Crucificado deberíamos recordar instintivamente el dolor y la humillación de tantas víctimas desconocidas, que a lo largo de la historia, han sufrido, sufren y sufrirán olvidadas por casi todos. Sería una burla besar al Crucificado, invocarlo o adorarlo, mientras vivimos indiferentes a todo sufrimiento que no sea el nuestro.

Confesar al Crucificado no es solo hacer grandes profesiones de fe. La mejor manera de aceptarlo como Señor y Redentor es imitarlo viviendo identificados con quienes sufren injustamente 

Cargar con la Cruz

El relato de la crucifixión nos recuerda a los seguidores de Jesús, que su Reino no es un reino de gloria y de poder, sino de servicio, amor y entrega total, para rescatar al ser humano del mal, del pecado y de la muerte. Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Jesucristo, porque en lo más hondo de nuestro ser, sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús, de manera insistente, no es besar la cruz, sino cargar con ella. Y esto consiste sencillamente en seguir sus pasos de manera responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o temprano a compartir su destino doloroso.

No nos está permitido acercarnos al misterio de la Cruz de manera pasiva, sin intención alguna de cargar con ella. Por eso, hemos de cuidar nuestras celebraciones. Es precisamente al besar la cruz, cuando hemos de escuchar la llamada de Jesús: “si alguno viene detrás de mí, que cargue con su cruz y me siga”. 

Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarnos servicialmente a los Crucificados: introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde solo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimientos. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Jesús.

Acuérdate de mí.

Ante la muerte, el creyente se siente indefenso y vulnerable como cualquier otro; como se sintió por otra parte el mismo Jesús. Pero hay algo que, desde el fondo de su ser, le invita a fiarse del Dios más allá de la muerte y a pronunciar las mismas palabras de Jesús: “Padre, en tus manos dejo mi vida”. Este es el núcleo de la fe cristiana: dejarnos amar por Dios hasta la vida eterna; abrirnos confiadamente al misterio de la muerte, esperándolo todo de su amor creador,

Esta es precisamente la oración del malhechor que crucifican junto a Jesús. En el momento de morir, aquel hombre no encuentra nada mejor que confiarse enteramente a Dios y a Jesús, “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino”. Y escuchar esa promesa que tanto consuela al creyente: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”. 

Acuérdate de Jesucristo.

Este mensaje que les escribo hoy, cuando vamos a iniciar la SEMANA SANTA EN FAMILIA, sobre la Cruz de Jesucristo, termina con la proclamación solemne, que Pablo compuso para las primeras comunidades cristianas en su carta a los Filipenses. Hoy los invito a hacerlo resonar en cada familia y para consuelo de todos los hombres y mujeres quevivimos “estos tiempos difíciles” y en el encierro. Nos ponemos de pies y proclamamos con una fe enorme:

«Tengan entre ustedes los mismos sentimientos tuvo Cristo Jesús. Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, 10para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor».»(Filipense 2, 5-11)

Queridos hermanos, en anexo, van a encontrar tres propuestas, cada una de ellas con un acento diferente, para celebrar la Cruz de Jesucristo esta SEMANA SANTA EN FAMILIA. El Viacrucis lo pueden descargar en el siguiente enlace: www.arquicartagena.org/semanasanta

Esta celebración tradicionalmente la llamamos “Viacrucis”, “el camino de la Cruz”. Hemos logrado elaborar tres versiones diferentes del mismo camino. Estamos invitados, a celebrar el Viacrucis, en el día de hoy viernes, tradicionalmente llamado “viernes de dolores”. Muchos lo hacíamos, en los años anteriores, subiendo al Cerro de la Popa. Hoy lo hacemos, con mucho fervor, pero en el recinto de nuestro hogar. Igualmente, estamos invitados a celebrarlo los días: Lunes Santo, Martes Santo, Miércoles Santo y principalmente el Viernes Santo. Selecciona aquella versión que te ayude más a expresar tus sentimientos, en estos “tiempos de gracia y de salvación”. Pero hágalo en familia. Y si estás solo, en videollamada. Te será un momento de gran consuelo. Y los sufrimientos que te acongojan en estos días, “te harán ver la luz”. Hagan la experiencia y demos gracias a Dios, que en el año 2020 hay SEMANA SANTA EN FAMILIA. Gócenla.

Los recuerdo a todos con mucho cariño, oren por mí.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal, arzobispo de Cartagena