Cartagena, abril 1 del 2020

Queridos hermanos y hermanas, muy buenos días:

La celebración de la Semana Santa nació en las familias, hace dos mil años. Y nació  en las Familias, a las que llamamos, todavía tímidamente “Iglesias domésticas”.  Y después de 20 siglos, en este año bendito 2020, vuelve a las Familias, a causa de “estos tiempos de gracia y de salvación”. Es un regalazo de Papá Dios. La vamos a celebrar más íntimamente: en el seno de cada una de nuestras familias. Para que la podamos saborear. Para que nuestros hogares reciban más bendiciones. “En familia” vamos a celebrar los misterios de nuestra fe. Y para que nuestras vidas reciban más esperanza. Para que la “Cena del Señor” no sepa más deliciosa. Y para el compartir de la Palabra nos alimente a todos en la Familia y podamos “dar razón de nuestra esperanza” a los “muchos miedosos y angustiados” que todavía no se atreven a dar el paso de que Jesús sea el Centro del hogar. Y para que “juntos”, los de la misma familia y todo los que “vamos en la barca”, podamos escuchar de nuevo, en vivo y en directo, las mismas palabras que dijo Jesús a la primera comunidad, perturbada, miedosa y llena de incertidumbres: “No tengan miedo, soy yo, toquen mis llagas, estoy vivo, aleluya!”

Los vamos a acompañar.

Todos: obispo, sacerdotes, diáconos, animadores de pequeñas comunidades eclesiales y todos los que colaboran en el anuncio de Jesús en la Arquidiócesis, los vamos a acompañar. Para que ninguno sea excluido de la celebración más hermosa del año para nosotros los Discípulos de Jesús y de la celebración fundante de nuestra fe. No tengamos miedo, atrevámonos, ni siquiera está fuera de nuestra tradición, mejor: así comenzó nuestra tradición. Pablo era muy consciente de que era el momento más importante del año y de la semana  y así les escribía a las primeras comunidades, muchas fundadas por él: “Yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor, la noche en que Él ha sido entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo: esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Cada vez que la beban háganlo en memoria mía. Y así, siempre que coman este pan y beban de esta copa, proclamarán la muerte del Señor, hasta que vuelva”. 1 Corintios 23-26

Celebrar Semana Santa en Familia.

Celebrar SEMANA SANTA EN FAMILIA es una dicha. Lo que le digamos a Papa Dios y a Jesús será de boca a boca. Y con mucha fe. Hay que rescatar la oración en familia. En ella, la gran mayoría de los que estamos compartiendo la fe en estos días, recibimos la fe en nuestro hogar. Muchos en los brazos y en las rodillas de nuestros padres. Ellos fueron nuestros catequistas. Después muchos se fueron olvidando y las vidas se complicaron y Jesús dejó de ser el centro de nuestras vidas y de nuestras familias. Pero en estos “tiempos de gracia y de salvación”, hoy regresamos. Será para el bien de todos. No volveremos atrás, en lo que nunca hemos debido perder en el caminar de los años. Hoy con mucha alegría escuchamos: #VuelveACasa! Y #QuédateEnCasa. Y todas nuestras relaciones tendrán de nuevo color esperanza.

A continuación les aporto algunas sugerencias, sobre la oración en familia. Ojalá la comencemos a practicar ya.

La oración en pareja.

El primer paso lo tiene que dar la pareja aprendiendo a orar juntos. Entre esposos creyentes, más o menos practicantes, hay en nuestros días condicionamientos o falsos pudores que es necesario superar. Una oración en pareja, sencilla y sincera, hace bien a los padres creyentes y es la base para asegurar la oración de los hijos. En algunos casos será oración para pedirse perdón junto a Dios, y darse mutuamente perdón por las fallas del día. Otras veces serán acción de gracia de todo lo que reciben de Dios; por todo lo bueno que hay en la pareja y en los hijos.

Ambiente apropiado.

La oración en familia pide un cierto clima. No se trata de recuperar el aspecto sagrado que ofrecían los hogares de hace unos años: imágenes de Jesús, de la virgen, de la última cena, de los santos… pero si de reaccionar ante el vacío provocado por la actual secularización.

Se puede introducir algún signo o símbolo religioso de buen gusto. Una cruz, por ejemplo. Los lugares más apropiados son, sin duda, la sala de estar, donde la familia se reúne para descansar, hablar o ver la tele. Allí donde estamos compartiendo estos días largos pero hermosos junto con nuestra familia.

Enseñar a orar

Papás hay que enseñar a orar a los hijos. No basta con decirle al hijo cada noche: reza, o preguntarle por la mañana: ¿ya te has santiguado? Esto puede crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender de sus padres. Antes que nada, es necesario, que el niño vea rezar a sus padres. Si ve a sus padres rezar sin prisa, quedarse en silencio, cerrar los ojos, ponerse de rodillas, desgranar las decenas del Rosario, leer despacio el evangelio del domingo antes de comer, el niño capta intuitivamente la importancia de estos momentos, percibe la presencia de Dios en el hogar como algo nuevo, aprende un lenguaje creyente, unas palabras y unas actitudes que van despertando en él la sensibilidad religiosa. Nada puede sustituir a esta experiencia.

Cómo orar en familia

Sin duda, cada familia tiene su estilo propio y ha de encontrar el modo concreto de integrar la oración en la vida del hogar. Pero se puede ofrecer algunas pistas concretas. Cuando el niño es pequeño, se puede orar con él teniéndolo sobre las rodillas o abrazados; enseñarles a recitar algunas fórmulas breves y sencillas; ayudarles a que hablen con Papa Dios o con Jesús de manera personal; enseñarles algunos gestos para dirigirse a Dios.

Cuando los hijos son adolescentes o jóvenes, se pueden tener en cuenta otras pistas y sugerencias: orar en las comidas de forma variada; antes de retirarse a descansar; rezar juntos el Padrenuestro; tener un recuerdo para María; hacer alguna breve oración de acción de gracias. Pero con adolescentes y jóvenes, puede ser importante sobre todo, saber preparar una oración sencilla en momentos señalados: cumpleaños de algún miembro de la familia, aniversario de boda de los padres, confirmación de un hermano, al comenzar el curso, al terminar la carrera, cuando se espera un nuevo hermano, cuando la hija comience a salir con un novio, cuando alguien está hospitalizado, cuando termina el año…

La familia y el día del Señor.

La actuación de la familia en la celebración de los sacramentos, merecería una atención especial. Como actuar de manera más activa y responsable en el bautismo de los hijos: elección del nombre, anuncio de la buena noticia, elección del padrino y de la madrina, participación en la celebración litúrgica. Habría que mirar también una participación más responsable en la primera comunión de los hijos; también en la catequesis que los prepara para este acontecimiento. Y como última sugerencia, hay que rescatar en familia el domingo, para vivir la alegría del calor familiar. Y ojalá para compartir juntos, la celebración Eucarística y partir juntos el pan en nuestras comunidades parroquiales. En fin, hay mucho por hacer en esto de “enseñar a orar”

Adjunto con este mensaje les estoy enviando el primer subsidio para celebrar SEMANA SANTA EN FAMILIA. Es un material que elaboró el seminarista Joaquín Martínez de cuarto de teología, con la buena asesoría del Padre Jorge Daguer. Oren por ellos. Es muy sencillo para que puedan celebrar todas las familias, aun las más sencillas. También para que puedan celebrar los que están solos. El lenguaje es sencillo. Y la metodología sin complicaciones. Atrévanse y verán.  Permite que todos podamos celebrar los misterios de nuestra fe. Y ya están en camino otros subsidios. Se los iremos enviando y también los colocamos en la Página Web de la Arquidiócesis de Cartagena: www.arquicartagena.org/semanasanta

Queridos hermanos y hermanas, va a ser muy importante esta nueva experiencia de celebrar Semana Santa en la Familia. Nuestras familias van a salir fortalecidas de esta pandemia. Demos gracias a Dios.

Los recuerdo siempre en mi oración. Oren por mí.

Su obispo, Jorge Enrique Jiménez Carvajal, arzobispo de Cartagena.