Apreciados hermanos y hermanas, muy buenos días.

En el Evangelio de este Lunes de Pascua, San Mateo nos recuerda que “las mujeres salieron a toda prisa del sepulcro, llenas de temor y de gran alegría, y se fueron corriendo a anunciar a los discípulos de Jesús lo que habían visto” (Mt 28, 8). Pero de pronto Jesús le salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, y postradas ante Él, le abrazaron los pies. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo”. (Mt 28, 10)

Por su parte, el Evangelio de San Juan nos dice: “al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas trancadas, por miedo a las autoridades judías. Jesús se presentó”. (Jn 20, 19)

Estas palabras nos describen las circunstancias de tiempo y lugar, en que Jesús se presentó vivo a sus discípulos después de la Resurrección. Se presentó “al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estando las puertas trancadas”. No sin motivo, el evangelista acumula aquí una serie de detalles, de precisiones: el anochecer de aquel mismo día, el primer día de la semana después del sábado, las puertas trancadas. ¿Qué quiere evocar el evangelista con estas indicaciones?

El anochecer es ciertamente el momento de la tristeza y de la soledad. Es además, “el anochecer de aquel mismo día, el primero de la semana, después del sábado”. Con esta precisión San Juan está refiriéndose a todo lo expuesto en el capítulo 20 de su evangelio. Es el día en que María Magdalena ha ido al sepulcro, y el relato de este episodio comienza precisamente con las palabras “el primer día de la semana después del sábado”. (Jn 20, 1)

Es el anochecer del día del sepulcro vacío, del anuncio de la resurrección. Pero estaban con las puertas trancadas por miedo a las autoridades judías. Están en una atmosfera de miedo. El anuncio de la Resurrección no ha sido suficiente, no han bastado los signos, necesitan algo más.

El miedo está simbolizado en la imagen de las puertas trancadas; miedo y encierro van juntos. Mientras que la alegría es la madre de la comunicación, de la apertura, del impulso a los demás. El miedo está en el origen del encerramiento de uno mismo. En estas circunstancias se hace presente Jesús. El texto dice más: “se puso en medio de los suyos”. Esta expresión es nueva en el Evangelio: “Jesús se puso en medio”; Jesús se pone en medio de su  iglesia y la consuela en su miedo con el anuncio de la paz.

¿Cómo podemos expresar hoy en nuestro lenguaje el miedo que sentían los discípulos, y que sentimos nosotros, que los llevaba a trancar las puertas? Es el miedo al ambiente que los rodea, miedo a la cultura dominante, miedo a los “tiempos difíciles” que vivimos, miedo a la pandemia, miedo a expresar libre y valientemente el mensaje que llevamos dentro, miedo a dejar que estalle en nosotros la fuerza del Evangelio; comportamientos precavidos, desconfiados, ocultos y anónimos, como consecuencia de todo ello. Dice el Evangelio de San Juan que Jesús se puso “en medio de ellos”. En ningún estrado elevado como podría haberlo hecho para dejar bien clara su superioridad. En medio de ellos significa que se pone a su nivel, en una fraternidad significativa por sí misma.

Si seguimos leyendo el Evangelio de San Juan, nos encontramos con la exclamación de Jesús: “la Paz con ustedes”. Esta expresión de Jesús no es una palabra obvia, ni la que era de suponer. Al contrario, podría haberse presentado con palabras de censura y de apenados reproches: ¿Por qué me han abandonado, hombres de poca fe? ¿En qué han quedado sus promesas? ¿Qué ha sido de ti, Pedro, que me profesabas a grito fidelidad hasta la muerte? Jesús hubiera podido hacerles muchos reproches. Sin embargo les dice estas reconfortantes palabras: “la Paz con ustedes”. Palabras de ánimo, palabras de misericordia, palabras de confianza. Las mismas que pronuncia para nosotros este día.

El texto nos dice además, que Jesús “les enseñó las manos y el costado, sus estigmas, sus heridas”. “Y los discípulos se alegraron mucho de ver al Señor”. No se espantaron, ni se le pusieron los pelos de punta, ante las señales de la Pasión, ante las llagas de Jesús, sino que se alegraron por la alegría del Resucitado, que era el mismo que habían visto crucificado.

Queridos hermanos y hermanas. Hoy, en este Lunes de Pascua, escuchamos de nuevo las palabras de Jesús, en su primer encuentro con María Magdalena en el camino: “no tengan miedo”. Igualmente escuchamos estas palabras que nos llenan de alegría “la Paz con ustedes”. Recibámosla. Digámosle a Jesús: Gracias, porque alejas nuestros miedos.

Apreciados hermanos y hermanas, la Pascua sigue. Felices Pascuas para todos. ¡Resucitó! ¡Él vive!. Abramos nuestros corazones a este saludo. Es lo que les deseo a todos. Oren por mí.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Arzobispo de Cartagena.
Cartagena, Lunes de Pascua, 13 de abril 2020