Rostro Pluricultural (6)

Apreciados Hermanos y Hermanas, muy buenos días.

“El Reino se parece a la levadura: una mujer la toma, la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo se fermenta” (Mateo 13, 33). Así nos enseña Jesús a Evangelizar,  en el Capítulo 13 del Evangelio de San Mateo. Tarea fascinante pero delicada y compleja. No se trata de echar un barniz que cubra superficialmente la vida de los hombres y de las mujeres; y que toque de paso, los diversos y complejos ambientes donde ellos y ellas desarrollan su vida; ni mucho menos, se trata de tocar por fuera las diversas culturas en que se desarrollan sus vidas (Confer, Pablo VI, La Evangelización en el mundo contemporáneo, Nos, 19 y 20). Se trata de que el Evangelio de Jesús sea como la levadura de aquella mujer que quería fermentar toda la masa.

Esta tarea tiene un nombre propio en el Plan Arquidiocesano de Pastoral de la Arquidiócesis de Cartagena: Rostro Pluricultural. Para entenderlo mejor, preciso tres palabras claves: Cultura, Pluricultural e Inculturar el Evangelio o Evangelización de las culturas.

Cultura. Hay múltiples definiciones de la palabra Cultura. Yo me acojo a una definición que propagó la Constitución Pastoral, “Gozos y Esperanzas” del Vaticano II en el No. 53  y que la asumió y la popularizó  el Documento de Puebla  en el No. 387. “Cultura es la totalidad de la vida de un pueblo, el conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan y que al ser compartidos los reúne con base en una misma “conciencia colectiva”. La cultura comprende a si mismo las formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y configuran, es decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social, cuando no son impedidas o reprimidas por la imposición de otras culturas dominantes.”

Pluricultural. “Estilo de vida que caracteriza a diversos pueblos” (“Gozos y Esperanzas”, 53c).

Inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas. “Alcanzar y trasformar, con la fuerza del Evangelio , los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras  y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (Pablo VI, Evangelización en el mundo contemporáneo, Nos. 19 y 20).

Diversos ambientes y culturas en la Arquidiócesis.

Son múltiples. Y a todos queremos llegar con la Palabra del Evangelio, tanto a las personas, como a los ambientes y a las culturas dentro de los cuales ellos se mueven.

Somos una Iglesia rica en niños y niñas. Su ternura, su bondad, su alegría embellece nuestra Iglesia. Ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros: nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, necesitados de amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios. Los niños desmontan la idea de creernos autónomos y autosuficientes. Los niños nos enseñan también el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos y de lo cual nos podemos aprovechar. A los niños, en sus diversos ambientes, tenemos que llegar con el Evangelio de Jesús. La niñez es un momento privilegiado, para conocer el Evangelio y para asumirlo en la vida.

Nuestra Iglesia Arquidiocesana mira con esperanza el florecimiento y el impulso de las comunidades juveniles y de los movimientos juveniles. En ellos se promueve el Discipulado de Jesús en sus expresiones más creativas. En ellos se invita a que los jóvenes descubran que el corazón del ser humano aspira a grandes cosas, a valores importantes, a amistades profundas, a lazos que en las pruebas de la vida se fortalecen en lugar de romperse. Las comunidades juveniles y los movimientos juveniles promueven esta maravillosa verdad: el ser humano aspira a amar y a ser amado. Los jóvenes necesitan conocer el Evangelio y asumirlo, para que le puedan dar esperanza a sus vidas, a las familias y a la sociedad.

Somos una Iglesia Arquidiocesana que ama y defiende el don de la familia cristiana y católica, fundada en el sacramento del matrimonio entre el hombre y la mujer, en la que todos tienen sus tareas y sus derechos. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción. La atracción la da el testimonio: vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir como nosotros, se interesen en preguntar por qué somos Iglesia, en quién creemos y por qué hemos abrazado el sacramento del matrimonio y lo vivimos con alegría por toda la vida. Es importante que las parejas que reciben este sacramento, desde el principio se comprometan en formar un hogar con los hijos que Dios quiera darles y que ellos responsablemente puedan acompañar.

“Dios está en la ciudad” y en la Cartagena de hoy, se habla de la “ciudad-región”. Y en este espacio está la inmensa gran mayoría de la población de la Arquidiócesis. Por eso la cultura urbana es una prioridad que cobija a la inmensa gran mayoría de nuestro pueblo. Todavía no la hemos analizado en la amplitud de su realidad y en los desafíos que nos plantea. Nuestra Iglesia Arquidiocesana siente el llamado del Señor a inculturar el Evangelio en todos los ambientes y a saber descubrir la presencia del Señor en medio de las múltiples actividades humanas y de los adelantos tecnológicos. Los diversos ambientes de la ciudad de Cartagena son particularmente desafiantes, tanto a nivel de las nuevas formas de pobreza, como en todo lo que significa vivir en las periferias geográficas y en las periferias existenciales. Cómo evangelizar la creciente movilidad humana que se vive en la ciudad y en los inmensos desafíos que presenta la industria del turismo, con su ambivalencia de progreso y de contravalores.  

Somos una Iglesia que se reconoce privilegiada en la pluralidad de  culturas, somos un pueblo de muchos colores, especialmente nuestro color negro, nuestra raza, nuestra raíz afro descendiente, que con su alegría, su forma de entender la vida, su relación con la creación y la promoción de los valores propios. ¿Y cómo llegar más eficazmente con el Evangelio a la diversidad de razas que viven en nuestra Arquidiócesis?

Somos una Iglesia bañada por la riqueza del mar y del río. Llena de pescadores, de la gente del mar y de nativos. Al mismo tiempo, con limitaciones muy grandes para su trabajo.

Somos una Iglesia que promueve y defiende el derecho fundamental a la educación. Promovemos y defendemos que nuestros niños, jóvenes y adultos tengan la oportunidad de realizarse como personas desde el estudio y la capacitación, para que a través de competencias pertinentes puedan desarrollar su papel fundamental en ser constructores de una mejor sociedad. Promovemos la profesionalidad de nuestro pueblo, agradecemos el servicio que tantos profesionales desde sus distintos carismas, técnicas y servicios, hacen de nuestra fe un espacio abierto para todos.

Somos una Iglesia que promueve la dimensión política del hombre y la mujer de hoy, penetrando con el Evangelio las estructuras y llegando a las conciencias que necesitan despertar al bien común. La corrupción de un grupo muy importante de personas, tanto en el nivel público como en el privado, es un desafío muy grande de evangelizar. Solo el Evangelio podría cambiar actitudes tan arraigadas y tan determinantes en la cultura de nuestro pueblo.

Pastoral de los artistas. El pueblo de la Costa Caribe, es especialmente sensible a la belleza en sus diversas manifestaciones. La belleza es un hermoso camino para encontrar a Dios en nuestra vida y en nuestro pueblo.

Pastoral de la comunicación social y del mundo digital. La experiencia del “encierro”, que todavía vivimos nos plantea leer cómo Dios inspira formas nuevas de comunicación, que en estos días han posibilitado nuestro acercamiento y gran admiración. Sin embargo, sabemos que las redes sociales, así como nos permiten una comunicación maravillosa, también están expuestas a las “fake news” y facilitan la viralización de la mentira y de la calumnia.

Apreciados hermanos y hermanas, son múltiples los desafíos que nos presenta la evangelización del “Rostro Pluricultural” de la Arquidiócesis de Cartagena. Por otra parte, es un mundo que apenas comenzamos a dimensionar en todo lo que significa, para la vida humana y en los desafíos que nos plantean en muchos aspectos. Es un campo, en el cual, necesitamos que los laicos lo asuman y lo evangelicen. ¿Cómo hacerlo? El tiempo apremia y necesitamos una explosión de la creatividad y de la imaginación. Los profesionales y particularmente los jóvenes, pueden asumir el liderazgo de esta evangelización. Lo ponemos en sus manos. Que Jesús el Señor nos ayude, para que con la sencillez de la mujer del Evangelio, que leíamos al inicio de esta reflexión, coloquen la levadura de la Palabra de Dios en esta masa, compleja y en muchos aspectos contradictoria, pero que ciertamente, es uno de los desafíos mayores que tendremos que asumir en la “vida después de la pandemia” (Papa Francisco).

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal.

Cartagena, mayo 16 del 2020