Apreciados Hermanos y Hermanas, muy buenos días.

Toda esta semana hemos estado leyendo y saboreando los relatos de las apariciones de Jesús a sus discípulos y a aquella primera comunidad que dio origen a la Iglesia de Jesús.

En los relatos de los Evangelios, los discípulos de Jesús, describen de diversas formas las experiencias que han vivido con el Resucitado y acuden a diferentes procedimientos literarios para sugerir lo que les ha acontecido, pero el núcleo siempre es el mismo: el encuentro personal con Jesús, lleno de vida, después de su muerte. Las fórmulas que emplean con más frecuencia indican que Jesús “se deja ver”. Ese es Jesús, que se les había quedado oculto tras el misterio insondable de la muerte y se vuelve a encontrar con los suyos. El muerto se les hace presente y se les impone lleno de vida. Esta es la experiencia fundamental: Jesús vive y está de nuevo con ellos; todo lo demás pasa a segundo término; lo importante es que recuperan de nuevo a Jesús, como alguien que vive y se comunica con ellos.

Este encuentro suscita en ellos diversas reacciones y recuerdos. Los discípulos se encuentran de nuevo con aquel que les había llamado, les había sostenido en su seguimiento, les había confortado con la Buena Noticia de Dios, y al que, en el momento de su Pasión y de su Muerte en la Cruz, han abandonado: ¿cómo los tratará ahora después de su cobardía? Las mujeres descubren de nuevo al que les había acogido en su compañía, al que había defendido su dignidad y les había ofrecido su amistad: ¿cómo las mirará a ellas, que lo han buscado incluso después de muerto?

Todos vuelven a encontrarse con Jesús Resucitado, como una nueva posibilidad de vida. El Resucitado les ofrece la posibilidad de iniciar un nuevo modo de existir. De hecho, experimentan el encuentro con el Resucitado, como un acontecimiento que les ofrece alegría, paz, perdón, salvación, libertad y renovación. Es claro que la experiencia que viven no acontece por vía doctrinal, es decir, a través del descubrimiento de un mensaje o una doctrina. No se produce tampoco como fruto de un proceso de autoconvencimiento. Lo decisivo es la experiencia de un encuentro con la persona de Jesús, después de haber sido crucificado. Para hablar de su experiencia, Pablo de Tarso dice, que “ha sido alcanzado por Cristo Jesús” (Filipenses 3, 12).

Es significativo el relato de los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35) según el narrador; aquellos dos discípulos cuentan al parecer con todo lo necesario para acceder a la fe en Jesucristo: conocen las escrituras del antiguo testamento, han seguido a Jesús por los caminos de Galilea, han escuchado de Jesús la Buena Noticia de Dios, les ha llegado también el anuncio de algunas mujeres, que dicen haberlo visto vivo después de su muerte. Todo es inútil ¿qué es lo que les falta? Sencillamente la experiencia de su encuentro personal con el Resucitado. Solo entonces arderá su corazón y se les abrirán los ojos de la fe.

Lo decisivo, también para nosotros quienes hemos celebrado por primera vez la Semana Santa en Familia en “tiempos extraños y difíciles”, es dejarnos alcanzar por la persona de Cristo. Encontrarnos no con algo, sino con alguien. Cuando hablan del Resucitado, los primeros discípulos de Jesús, no están hablando de un personaje del pasado, sino de alguien vivo que anima, vivifica, sostiene y alienta con su Espíritu la comunidad creyente: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20). Esta fe en el Resucitado, vivo en medio de los que creen en Él, tiene consecuencias que es importante recordar. Hablemos de dos.

Un recuerdo muy importante: sus Palabras. Impulsados por la Resurrección de Jesús, los primeros discípulos empiezan ahora a recodar de nuevo sus Palabras,  pero no las escuchan como si fueran el testamento de un maestro del pasado, muerto ya para siempre, sino como palabras de su Maestro Jesús, que está vivo y sigue hablándoles por medio de los testigos que lo conocieron por los caminos de Galilea y que ahora actualizan su mensaje, movidos por la fuerza de su Espíritu. Así comienzan a aparecer los relatos evangélicos.

Una experiencia definitiva para la Iglesia que nace. En las primeras comunidades, el mensaje de Jesús es experimentado como Buena Noticia de salvación, y los testigos que lo anuncian lo hacen convencidos de que el mensaje del Resucitado, sigue ahora hablando a los nuevos discípulos y seguidores que van surgiendo. Son Palabras del que está vivo en la comunidad cristiana. Palabras que los creyentes acogen, como “espíritu y vida” (Juan 6, 63) y que transmiten la alegría y la paz del Resucitado: “les digo estas cosas, para que mi gozo esté con ustedes” (Juan 15, 11).

Apreciados hermanos y hermanas, los invito a que continuemos leyendo y compartiendo los Relatos de las apariciones de Jesús en los cuatro evangelios. Les seguro que todos vamos a renovar nuestra experiencia de Jesucristo vivo, en nuestro corazón, en nuestras familias, en nuestras pequeñas comunidades, en nuestras parroquias y en la comunidad Arquidiocesana.  Estas realidades van a salir fortalecidas cuando llegue el momento de salir del “encierro”.

Los recuerdo a todos con mucho aprecio. Los invito a que continuemos saboreando la Pascua de Jesús. Oremos mutuamente: ustedes por mí y yo por ustedes.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Arzobispo de Cartagena.

Cartagena. Abril 18 del 2020