Levántate y Canta Aleluya. Luisa Ochoa.

Queridos y recordados hermanos y hermanas, ¡feliz día de Pascua!

Los relatos de la Resurrección de Jesús recogieron dos tradiciones diferentes. Juan nos dice que la primera que llegó a la tumba vacía fue María Magdalena; los otros tres evangelistas nos dicen que fueron las mujeres que estuvieron cerca de Jesús quienes llegaron juntas al sepulcro. Es interesante este hecho, pues, desde el inicio de la Iglesia ellas fueron escogidas por Jesús como testigos de que Él estaba vivo. Y ellas lo descubrieron vivo en el camino. Y ellas fueron las primeras misioneras. El mensajero de Dios las envió a dar la Buena Noticia a sus hermanos, y ellas se la dieron a Pedro y a Juan. Y luego llenaron la ciudad de Jerusalén de la Buena Noticia. Ellas no pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas; su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el Mensaje que les indica hacia donde han de orientar su búsqueda. “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”. Durante dos mil años, las mujeres han sido incansables en anunciar a todo el mundo la buena noticia de la Resurrección.

Qué importante ha sido para la iglesia tener testigos de primera mano. La fe en Cristo Resucitado, no nace de forma espontánea, ni en los primeros discípulos ni en nosotros, siempre ha habido misioneros, que han transmitido con gozo y alegría que Jesucristo está vivo, que Resucitó. Siempre ha habido alguien que siembra la semilla de la fe en Jesús. Para abrirnos a la fe en la Resurrección de Jesús hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.

Lo hemos de buscar en las comunidades cristianas que ponen a Cristo en su centro porque saben que “donde están reunidos, dos o tres en su nombre, allí está Él”. Lo hemos de buscar en aquellos que han sido impactados en su vida y han logrado cambiarla, cuando han descubierto que la última palabra no la tiene ni el sufrimiento, ni la muerte, ni la pandemia, sino aquel que han vencido a la muerte para siempre. Hemos de buscarlo en los niños; ellos siempre acogen con sencillez, las buenas noticias y las gozan y las transmiten. Hemos de descubrirlo en las comunidades juveniles, cuando los jóvenes descubren a Jesús, orientan definitivamente su vida y generosamente la entregan a los demás

Son impresionantes las primeras palabras de los mensajeros, que encuentran las mujeres en la entrada del sepulcro. “¡No tengan miedo!”. Estas palabras siempre la reciben y las hemos recibido, quienes hemos descubierto a Jesucristo vivo. Para quienes estamos bajo el impacto de la pandemia, en estos “tiempos difíciles”, son muy importantes. Y estamos llamados a recibirlas con agradecimiento. Estas palabras nos acompañan cuando hemos de iniciar el camino que nos llevará a crear “nuevos cielos y nueva tierra” donde habite la justicia, cuando salgamos del “encierro”. Y también cuando anhelamos conocer más del Resucitado, y amarlo más, y seguirlo y permanecer en Él. Nos llegan en el momento en que más las necesitamos. También estas palabras nos llegan hoy como un anuncio de esperanza. Son las palabras que Dios nos repite en la noche que estamos atravesando. En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios.

La esperanza de Jesús, “infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida. El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale. Pero Jesús salió por nosotros, Resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra”. (Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2020)

¡Alégrense! Son igualmente palabras de los mensajeros al pie del sepulcro. Y son una dicha. Y dejarnos impactar de esta Buena Noticia, cambia todos los sentimientos negativos que vamos recogiendo en el camino de la vida y que tanto daño nos hacen. Las mujeres, siempre las primeras, escucharon estas palabras: ¡alégrense!. Y nosotros las hemos recibido, en la noche de ayer y la recibiremos este domingo, y las continuaremos recibiendo durante cincuenta días. Nadie podrá robarnos ésta alegría. Y la alegría se convierte en una esperanza segura.

“Vayan a comunicar a mis hermanos, que vayan a Galilea, allí me verán”. “Ir a Galilea, es ir a donde todo comenzó; es el lugar de los recuerdos, el lugar de la llamada. Volver a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios. Necesitamos retomar el camino, recordando que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita. Este es el punto de partida siempre, sobre todo en las crisis y en los “tiempos difíciles”, como el que vivimos actualmente. Cada uno tenemos nuestra propia Galilea”. (Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2020).

Pero atención: Galilea para nosotros  son también, tantos hombres y mujeres, de los 194 países del mundo que están impactados por la pandemia del coronavirus. Y, en el final del Evangelio de Mateo, se nos pide que llevemos la Buena Noticia hasta el fin del mundo. Qué hermoso son los pies de los que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Es urgente que todos nos sintamos enviados a realizar esta tarea. La fe se fortalece, dándola.

Queridos hermanos y hermanas. Saboreemos todo lo que nos ofrece la  Palabra de Dios en estos días. Serán un alimento muy sólido para levantarnos y cantar: ¡Resucitó!; ¡Está vivo!; ¡Él Vive! ¡Jesús es nuestra Esperanza!

Les comparto que en estos días, celebrando a Jesús, he sentido un mayor amor por todos ustedes, mis hermanos y hermanas. Éste sentimiento lo quiero convertir también en oración constante por todos ustedes. Oren por mí.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal.

Arzobispo de Cartagena.