El Vaticano recibe las críticas que le corresponden, entre otras las del propio Francisco, pero de sus filas forman parte unos inteligentes funcionarios de alto nivel –encabezados por el asesor principal del papa, el cardenal Pietro Parolin– que trabajan en silencio en pro de la paz y la justicia social en algunos de los lugares más peligrosos del mundo.

Cuando semejante diplomacia se pone al servicio de un papa atractivo e influyente, por no hablar de los 1.200 millones de católicos, el resultado es un formidable motor para hacer el bien, no visto en mucho tiempo.

 Las anécdotas sobre Francisco –desde su propensión a llamar personalmente a los afligidos hasta su decisión de lavar los pies a delincuentes, musulmanes y mujeres, para horror de algunos dentro del clero– parecen auténticas. Semejantes actos de nobleza han contribuido a su reputación de dirigente cercano, carismático y decidido, que ha resultado muy atrayente.

Aunque a mis 72 años puedo ser un poco viejo para caer en la adoración de héroes, no recuerdo una figura pública que me haya seducido tanto. Encarna el mensaje del Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los que padecen hambre y sed de justicia”.

La autoridad moral que Francisco rebosa hace muy potentes sus intervenciones sobre controvertidos asuntos contemporáneos, como su condena del genocidio armenio, la violencia yihadista islámica, la delincuencia de la mafia y la corrupción en Italia, y las muertes de migrantes en el Mediterráneo.

Francisco contribuyó a poner fin al punto muerto entre EE.UU. y Cuba, que duró decenios. El cardenal Parolin, exrepresentante del Vaticano en Venezuela, desempeñó un papel fundamental en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

Otro asunto fundamental que el Papa ha abordado es el conflicto entre israelíes y palestinos, muy delicado para EE. UU., aliado clave de Israel. El Vaticano ha anunciado su intención de firmar un tratado que reconozca un Estado palestino. Y en vista de la larga amistad de Francisco con los judíos y de su comprensión de la religión y la cultura hebreas, ningún político israelí podría señalarlo de antisemita.

Un tercer asunto es su encíclica sobre la buena gestión ambiental, el cambio climático y el desarrollo sostenible. En 1891, León XIII publicó Rerum Novarum, encíclica sobre los derechos de los trabajadores que impugnó el método de formulación de políticas de entonces. Francisco espera tener repercusiones similares hoy, al contribuir a catalizar las medidas contra el calentamiento global. De ese modo, el mundo podrá alcanzar –esa es la esperanza que abriga– un crecimiento que mejore la suerte de los pobres y salvaguarde el planeta del que dependemos.

El argentino Jorge Bergoglio, de 79 años, suele hablar del limitado tiempo que tiene por delante. La mayoría de los católicos rezan para que no sea así.En vista de las repercusiones positivas que un papa tan carismático y tan progresista puede tener para el mundo, todos deberíamos compartir esa esperanza.

CHRIS PATTEN
Rector de la U. de Oxford
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