Por Padre Rafael Castillo Torres *

La pandemia que vive la humanidad nos ha llevado a vivir y trabajar en confinamiento desde nuestras casas. pero también nos ha permitido cuidarnos, animarnos y acompañarnos en lo más esencial que tenemos todos como son nuestras familias.

Han sido días para regresar a lo esencial después de quedar al descubierto nuestras fragilidades y las del sistema. También han sido días para reconocer la generosidad de tanta gente buena que está dando según su capacidad y recibiendo según su necesidad. Es en esta coyuntura que la Iglesia nos invita a permanecer en casa y celebrar allí la Semana Santa siguiendo el programa que se nos ha compartido y participando de la liturgia que todos los días, a las 12 del mediodía, se transmitirá por el Facebook de la Arquidiócesis de Cartagena.

Esta Semana Santa, celebrada en casa, es una oportunidad para volver a las fuentes donde el agua es más clara y más transparente y también sabe más dulcemente. Vamos a precisar tres criterios que nos dan razones para volver a los orígenes:

Lo primero es reconocer que la Iglesia no son los lugares sino la comunidad reunida. El Nuevo Testamento al referirse a la Iglesia que se congrega no hace tanta referencia al lugar de la reunión como al grupo de personas que se reúnen para compartir la Palabra y la Mesa Eucarística. En Mateo 16:18, Jesús le dice a Pedro: “sobre esta piedra edificaré Mi iglesia; y las Puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Jesús no está hablando de un edificio sino de la Fe de Pedro, hoy nuestro Papa Francisco, que ha de confirmar a sus hermanos. En Mateo 18:17 en relación a la corrección fraterna, cuando todas las intervenciones privadas fallan, afirma: “dilo a la comunidad”.

Lo segundo es que el Nuevo Testamento siempre va a retratar la Iglesia Universal en la Iglesia local, como nosotros hoy la sentimos retratada en la Iglesia doméstica que es cada familia. En Colosenses 4:15 leemos: “saluden a los hermanos que están en Laodicea, también a Ninfas y a la iglesia que está en su casa”. En Filemón 1, 2 leemos: “escribo a la hermana Apia, y a Arquipo, nuestro compañero de lucha, y a la iglesia que se reúne en su casa”. Está claro que en los primeros días la iglesia se reunía en los hogares.

Y lo tercero es que, independientemente de las limitaciones que se puedan tener y las circunstancias que se puedan presentar, es maravilloso cuando una Iglesia local se puede reunir en la casa, en el templo parroquial o en la catedral para celebrar su fe.

El texto de Hechos 5, 42, nos dice: “Y cada día, en el templo y casa por casa, seguían enseñando y predicando este mensaje: Jesús es el Mesías”. Ello nos pone sobre el horizonte de conservar los espacios pequeños de la Iglesia doméstica que es la familia y del templo parroquial lugar de encuentro de todas las comunidades. Buena Semana Santa en Familia.

Sacerdote de la Arquidiócesis de Cartagena