«El pueblo de Dios no tiene necesidad de dinero sucio, sino de corazones abiertos a la misericordia de Dios». El Papa Francisco clamó durante la Audiencia general contra «algunos ‘benefactores’ de la Iglesia, que vienen con ofertas para la Iglesia, que son frtuo de la sangre de tanta gente maltratada, esclavizada, con trabajos mal pagados…», y subrayó que el «auténtico camino de la salvación no es el de los sacrificios, sino la práctica del bien y la justicia».

 

En un día soleado en Roma, y rodeado por decenas de miles de fieles, el Papa apeló al «amor de Dios y a la conciencia de sus hijos», frente a las caídas, las incomprensiones y los pecados. «Dios viene a nuestro encuentro, como un padre a un hijo», subrayó Francisco, quien denunció que, a causa del pecado, «la libertad está presa del orgullo y la autosuficiencia».

Pese a todo, «Dios nunca reniega de nosotros. Nosotros somos su pueblo. Dios nunca reniega de nosotros, nunca. Siempre habla de nosotros como hijos. Este es el amor de nuestro padre, esta es la misericordia de Dios». Para el Papa, «tener un padre así te da esperanza, te de confianza. Esta pertenencia debe ser vista en la fidelidad y la obediencia».

Por eso, las palabras duras del profeta, sirven para «ayudar al pueblo a entender la gravedad de su pecado, de su corrupción, de su abandono al Señor», una situación que lleva «al sufrimiento».

«Dios no reniega de su paternidad. Sin ella no hay vida posible, la existencia pierde su razón, todo aparece perdido y olvidado. Son momentos dolorosos, no se ve la salvación. La prueba existe para que el pueblo pueda experimentar el vacío de quien abandona a Dios, el sufrimiento, consecuencia inevitable de una consecuencia autodestructiva, debe hacer al pecador abrirse al camino del perdón. Este es el camino de la misericordia divina».

 

«Dios no nos trata conforme a nuestros pecados», sino que «el castigo se convierte en el medio para que reflexionar. Esto deja claro que Dios perdona a su pueblo, y da gracia no destruye todo, pero siempre deja la puerta abierta a la esperanza. La salvación implica la decisión de escuchar y ser convertidos, pero sigue siendo don gratuito. El Señor, por lo tanto, en su misericordia, indica un camino que no es el de los sacrificios rituales, sino la práctica del bien de la justicia», subrayó Bergoglio, quien añadió que «el culto no es criticado por considerarla innecesario en sí mismo, sino porque, en lugar de expresar la conversión, afirma que hay que reemplazarlo (…), generando la creencia errónea de que son los sacrificios para salvar, no merced divina que perdona el pecado».

 

«El pueblo de Dios no tiene necesidad de dinero sucio, sino de corazones abiertos a la misericordia de Dios. En lugar de ello, debe acercarse a Dios con las manos purificadas, evitando el mal y practicando el bien y la justicia», añadió el Papa, quien, haciendo actual el texto bíblico, animó a «socorrer a los presos, rendir justicia al huérfano, defender a la viuda… pensar en tanto prófugos que se embarcan hacia Europa y no saben dónde ir».

 

Y entonces, concluyó, «el pecado se volverá blanco como la nieve. Este es el milagro del perdón Dios. El perdón que Dios como padre puede dar a su pueblo. La misericordia de Dios se ofrece a todos. Y esta palabra del profeta valen hoy para todos nosotros, llamados a vivir como hijos de Dios».