Apreciados hermanos y hermanas, buenos días.

Estos “tiempos extraños y difíciles”, que al mismo son “de gracia y salvación”, también están llamados a ser “tiempos especiales de oración”. Esta experiencia, particularmente entre nosotros, ha sido y sigue siendo rica e intensa. Es muy importante que así se mantenga.

En el día de hoy, los estoy invitando a que oremos con el Padre Nuestro, comentado por un sacerdote biblista y pastoralista, que mucho nos ha ayudado con sus escritos en el caminar de la Arquidiócesis; se trata del padre José Antonio Pagola. Me he encontrado con el comentario que él hace a la oración del Padre Nuestro y me parece sugestivo para que nos ayude a todos en una oración que a diario levantamos confiados a Dios nuestro Padre. Este comentario se encuentra en el libro “Cristo Resucitado nuestra esperanza” editorial PPC, año 2016, páginas 130 a 134. Cuando inicia el comentario nos dice el padre José Antonio Pagola: “el Padre Nuestro es una oración en la que Jesús nos descubre su experiencia más íntima de Dios y su preocupación por el mundo, en ella deja entrever los grandes deseos que latían en su corazón y los gritos que dirigía a su Padre, en las horas de silencio y oración”. El comentario lo hace el padre Pagola, a partir del texto de San Mateo (6, 9-13).

1. Invocación inicial.

Jesús comienza creando, desde el inicio, una atmosfera de confianza e intimidad, que ha de impregnar toda la oración: “Padre Nuestro, que estás en los cielos”. Éste es su deseo: enseñar a los hombres a orar como Él, sintiéndose hijos queridos por el Padre y hermano solidario de todos. Invocamos al “Padre del Cielo”. Dios no está ligado al templo de Jerusalén ni a ningún otro lugar sagrado. No pertenece a un pueblo o raza privilegiados. No es propiedad de ninguna religión. Todos lo podemos invocar como Padre.

2. Los grandes deseos de Jesús.

2.1. “Santificado sea tu nombre”. No es una petición más, es el primer deseo que le nace a Jesús desde lo más hondo, su aspiración más ardiente: “que tu nombre de Padre, sea conocido y respetado. Que todos conozcan la bondad y la fuerza salvadora que encierra. Que nadie lo ignore o lo desprecie. Que nadie lo profane haciendo daño a tus hijos. Que sean desterrados los dioses e ídolos que nos deshumanizan. Que todos bendigan tu nombre de Padre bueno”.

2.2. “Venga tu Reino”. Esta es la pasión que anima la vida entera de Jesús: “Que tu Reino se vaya abriendo camino en el mundo. Que a los pobres les llegue tu Buena Noticia. Que los que sufren, sientan tu fuerza liberadora. Llena el mundo de tu justicia y tu verdad, de tu compasión y tu paz. Que no reinen los ricos sobre los pobres; que los poderosos no abusen de los débiles; que los varones no dominen a las mujeres”.

2.3. “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Este deseo, que solo aparece en la versión de San Mateo, no hace sino reforzar los dos anteriores, comprometiéndonos más aún en el proyecto humanizador de Dios: “que se haga tu voluntad y no la nuestra. Que se cumplan tus deseos, pues sólo quieres nuestro bien. Que en la creación entera se haga lo que tú buscas, no lo que desean los poderosos de la tierra. Que cuanto antes, se vaya haciendo realidad entre nosotros, ese mundo justo y fraterno que tú quieres para todos tus hijos”.

3. Las grandes peticiones por la humanidad.

3.1. “Danos hoy el pan de cada día”. Jesús invoca ahora al Padre, identificándose con las necesidades más básicas de los seres humanos: “danos a todos el alimento que necesitamos para vivir. Que a nadie le falte pan. No te pedimos dinero ni bienestar abundante para nosotros, no queremos riquezas para acumular, sólo el pan de cada día para nosotros. Que los hambrientos puedan comer, que tus pobres dejen de llorar y empiecen a sonreír, que los podamos ver viviendo con dignidad”.

3.2. “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Estamos en deuda con Dios. Éste es nuestro gran pecado: no responder al amor de Dios, acogiendo su reinado entre nosotros: “perdónanos nuestras deudas, el vacío inmenso de nuestra falta de respuesta a su amor. Necesitamos tu perdón y tu misericordia. Al hacerte esta petición, queremos perdonar a quienes están en deuda con nosotros. No deseamos alimentar resentimientos, ni deseos de venganza contra nadie. Queremos vivir como hermanos”.

3.3. “No nos dejes caer en la tentación”. Somos débiles y vivimos expuestos a toda clase de riesgos y peligros, que pueden arruinar nuestras vidas. El misterio del mal nos amenaza. Jesús nos enseña a orar así al Padre: “no nos dejes caer en la tentación, de rechazar definitivamente tu Reino y tu justicia. Danos tu fuerza. Que no caigamos derrotados en la prueba. Que en medio de la tentación podamos contar con tu ayuda de Padre”.

3.4. “Líbranos del mal”. Ésta petición final, que solamente recoge el Evangelio de San Mateo, refuerza y culmina toda la oración. El mal está siempre allí con todo su poder. Jesús nos invita a no vivir con miedo, sino confiando siempre en el Padre: “líbranos del mal. Somos responsables de nuestros pecados, pero también víctimas. El mal y la injusticia no están solo en nuestros corazones. Están también en las estructuras e instituciones: están en la dinámica de la historia. A veces parece que el poder del mal va a invadirlo todo. ¡Padre, arráncanos del mal!”.

Con este grito de socorro, que queda resonando en nuestras vidas, termina la oración de Jesús. Tradicionalmente, los cristianos hemos añadido la palabra “amén”… “Así queremos vivir: con una confianza grande en ti, Padre Nuestro: bendiciendo tu nombre, acogiendo tu Reino; haciendo tu voluntad; recibiendo de ti el pan de cada día, el perdón y la fuerza para vencer al mal. Amén.”

Apreciados hermanos y hermanas. Les he compartido éste comentario del Padre Nuestro, porque estoy seguro que puede alimentar nuestra confianza en Dios nuestro Padre, cuando más la necesitamos. Somos sus hijos muy queridos y nunca nos abandonará. Oremos con fe y esperanza. Y no se olviden de orar también por mí.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Arzobispo de Cartagena.

Cartagena, abril 24 del 2020