Apreciados hermanos y hermanas, buenos días.

“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido, densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas, llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador, que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”. (Homilía, Párrafo 1)

El día de ayer, 15 de abril, realizamos un encuentro que era urgente en la ciudad de Cartagena. El motivo, las dificultades para lograr un consenso, para trabajar en común, entre el Señor Alcalde del Distrito y el Concejo Municipal. Los problemas que existen hoy en día en la ciudad, son muy grandes y desafiantes; como sucede un poco por todas partes en el mundo. Hay una lógica, la pandemia que azota al mundo nos ha cogido por sorpresa a todos los habitantes de la ciudad; también a nuestras autoridades y a las instituciones de todo orden.

¿Qué hacer?

Me correspondió hacer una invitación a las partes, para que buscáramos una salida, en primer lugar, a un problema mayúsculo. Las distancias entre las autoridades civiles son inmensas y las ofensas mutuas que se hacen, llegan a ser escandalosas. En el despacho del Señor Alcalde, nos reunimos con él y con el Presidente del Concejo Municipal. Yo creo tener una enorme confianza en la Providencia Divina y una fe total de que Dios, nuestro Padre, siempre guía nuestros pasos. Sin embargo, es difícil en una ocasión como ésta, no escuchar al mismo tiempo juicios tan duros como el de las escrituras santas: “tus caminos, no son mis caminos”. De ahí la necesidad de hacer un discernimiento permanente sobre lo que nos acontece y pedir la luz de Dios, para que nos ilumine en cada caso.

De raíz existe un problema serio: no hemos sido entrenados en el discernimiento cristiano de nuestras situaciones. Por una parte, porque es más fácil dejar en las manos de los demás la responsabilidad de conducir la humanidad, el país, la ciudad, la iglesia, la familia. Algo importante que debe salir fortalecido de la experiencia que vivimos es la responsabilidad común, que todos tenemos sobre nuestras instituciones. Formamos un solo cuerpo y todos los miembros, tenemos que ver con la totalidad de las partes. El Papa Francisco nos ha metido por una senda de reflexión que seguramente hacia el futuro va a darle un rostro diferente a nuestra Iglesia. Para ello utiliza la palabra “sinodalidad”. En la Iglesia, todos somos corresponsables en lo que en ella suceda y todos debemos sentirnos comprometidos, en su caminar: “remar juntos”. Y estos interrogantes pueden darse en cualquiera de las otras instituciones, civiles o religiosas.

La figura de la barca.

He propuesto a los participantes en el diálogo, que nos dejáramos interpelar por una imagen, con la cual, el Papa Francisco nos ayuda a aproximarnos a la dura realidad que vivimos y al mismo tiempo, a hacerlo con nuestros ojos puestos en la Esperanza cristiana.

El Papa Francisco, utiliza un icono, sencillo y sugestivo, que nos ayuda a entender lo que vivimos: “Nos encontramos asustados y perdidos… Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cfr. Mc 4, 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino juntos”. (Homilía, Párrafos 2 y 3)

¿Qué significa la afirmación, que todos vamos en la misma barca? ¿Qué significa remar juntos? ¿Lo lograremos? Y el icono nos ayuda a hacer discernimiento de lo que le acontece hoy en día a la humanidad, pero igual, lo que le acontece al país, a nuestra iglesia, a nuestra ciudad y a nuestra familia. Sin duda alguna, todos estamos comprometidos en encontrar las soluciones.

Lo que ha puesto al descubierto la tempestad que nos azota

“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”. (Homilía, Párrafo 7)

¿Cuáles son las seguridades, de las cuales habla el Papa Francisco, con las cuales caminábamos en el mundo que está cuestionando en su raíz esta pandemia que azota la humanidad entera?  

“La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”. (Homilía, Párrafo 8)

¿Cómo aprovechar la sabiduría de nuestros ancianos en la construcción de un mundo y de una iglesia nueva?

“Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”. (Homilía, Párrafo 9)

¿Cuáles egoísmos podemos señalar en concreto, impiden aflorar una convivencia humana auténtica y digna?

Compañeros de viaje ejemplares.

“Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras”. (Homilía, Párrafo 14)

¿Cuáles “compañeros de viaje ejemplares” podemos señalar, hoy en día, a nivel mundial, a nivel del país, a nivel de la ciudad? Sería importante compartirlos con nombres propios, para poder darles el apoyo que requieren para que su liderazgo sea efectivo.

Queridos hermanos y hermanas: creo que una nueva lectura de la Homilía del Papa Francisco, aquel memorable 27 de marzo, se impone cuando ya llevamos varias semanas de “encierro”. Les recuerdo, que el “encierro” tiene una propuesta desafiante: si realmente, buscamos “cielos nuevos y tierras nuevas” necesitamos “entrenarnos” en las actitudes principales que tienen que aflorar en nuestras vidas, cuando demos respuesta al gran desafío de hacer realidad, esos “cielos nuevos y esa tierra nueva”.

Los invito a todos los que hemos ido formando diversas “comunidades virtuales” en estos días, para que intentemos dar respuesta a tantos interrogantes, que hace aflorar la Palabra del Papa Francisco en esta Homilía.

Los aprecio mucho y oro por todos ustedes. Les ruego que oren por mí.

Su obispo, +Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Arzobispo de Cartagena.

Cartagena, abril 16 del 2020