La tarde de este martes, 30 de julio, el Santo Padre recibió de manera extraordinaria a los más de 50 mil acólitos provenientes de 88 diócesis de 20 países del mundo que participan en la XIII Peregrinación Internacional de Monaguillos. A ellos, el Pontífice los alentó a que “conserven en su corazón y en su carne, como María, el misterio de Dios que está contigo, entonces serán capaces de estar con los demás de una manera nueva”.

“Gracias por haber venido hasta aquí, como peregrinos, a compartir la alegría de pertenecer a Jesús, de ser servidores de su Amor, servidores de su Corazón herido que sana nuestras heridas, que nos salva de la muerte, que nos da la vida eterna”, con estas palabras el Papa Francisco agradeció y alentó a los participantes en la XIII Peregrinación Internacional de Monaguillos, organizado por la Asociación Internacional de Monaguillos, Coetus Internationalis Ministrantium (CIM), a quienes recibió en audiencia la tarde este martes 30 de julio, en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Una expresión que abarca el misterio de nuestra vida

En sus Saludos, a los más de 50 mil jóvenes provenientes de 88 diócesis de 20 países del mundo que participan en esta peregrinación, el Santo Padre les agradeció por haber venido a Roma y les dio la bienvenida, especialmente a aquellos que llegaron por primera vez a la ciudad eterna. Y comentando el lema de esta peregrinación, “Contigo”, el Pontífice dijo que esto lo impactaba porque dice todo en un vocablo, porque ofrece un espacio para el análisis y la búsqueda de los significados posibles.

“Contigo. Es una expresión que abarca el misterio de nuestra propia vida, el misterio del amor. Cuando un ser humano es concebido en el vientre, la mamá le dice: ‘No temas, yo estoy contigo’. Pero misteriosamente también la madre siente que esa pequeña criatura le dice: ‘Estoy contigo’. Y esto, de modo parecido, vale también para el papá”.

En la Misa el ‘contigo’ se vuelve presencia real y concreta

Y dirigiéndose de modo especial a los Acólitos, el Papa Francisco señaló que, este “contigo” se llena de nuevos significados, sobre todo, cuando realizan la experiencia de servicio en la Liturgia, donde el primer sujeto, el protagonista de este “contigo” es Dios. Jesús dijo: «Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos».

“Esto se cumple en grado supremo en la Misa, en la Eucaristía: allí el ‘contigo’ se vuelve presencia real y concreta de Dios en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El sacerdote ve realizarse cada día este misterio entre sus manos; y también lo ven ustedes cuando sirven en el altar. Y cuando recibimos la sagrada Comunión podemos experimentar que Jesús está ‘con nosotros’ espiritual y físicamente. Él te dice: ‘Yo estoy contigo’, pero no con palabras, lo dice en ese gesto, en ese acto de amor que es la Eucaristía. Y también tú, en la Comunión, puedes decir al Señor Jesús: ‘Yo estoy contigo’, no con palabras, sino con tu corazón y con tu cuerpo, con tu amor. Precisamente gracias a que Él está con nosotros, también nosotros podemos estar verdaderamente con Él”.

Conservar en el corazón el misterio de Dios que está contigo

En este sentido, el Pontífice les explicó que este es el punto clave, es decir, el “contigo” que podemos dar a los demás. Así se puede realizar su mandamiento: “Ámense como yo los he amado”. Por ello, el Papa animó a los monaguillos a que conserven en su corazón y en su carne, como María, el misterio de Dios que está contigo, entonces serán capaces de estar con los demás de una manera nueva.

“También tú —gracias a Jesús, siempre y sólo gracias a Él—, también tú puedes decirle a tu prójimo ‘yo estoy contigo’ no con palabras, sino con las obras, con los gestos, con el corazón, con la cercanía concreta: llorar con los que lloran, alegrarse con los que se alegran, sin juicios ni prejuicios, sin cerrazones, sin exclusiones. También contigo, que no me resultas simpático; contigo, que eres diferente a mí; contigo, que eres extranjero; contigo, aunque sienta que no me comprendes; contigo, que nunca vas a la Iglesia; contigo, que dices que no crees en Dios”.  

Antes de concluir sus saludos, el Papa Francisco agradeció a los acólitos que participan en esta peregrinación por haber venido hasta aquí, a compartir la alegría de pertenecer a Jesús, de ser servidores de su Amor, servidores de su Corazón herido que sana nuestras heridas, que nos salva de la muerte, que nos da la vida eterna.