Hace algunos meses, tomó fuerza en las redes sociales, el retar a otra persona a hacer cualquier acción o publicación que de alguna manera llamara la atención. Es asi como nos ha llegado el reto del balde de Agua, el reto de la publicación incomprensible (y el que preguntara algo, le tocaba hacer una igual) y la que mas me gustó: el reto del pasaje bíblico. Este, como todos saben, consistía en publicar la cita bíblica que mas le gustara y retar a otro que lo hiciera. A mí nadie me retó, pero hoy quiero compartir en esta columna mi preferido y el porqué.

A la luz de los acontecimientos en mi vida, incluso desde antes de ingresar a mi parroquia,  reafirmo mi línea favorita: “quédate con nosotros, que la tarde cae”. Se trata del Evangelio de Lucas, capítulo 24, versículo 29; en el contexto del pasaje de los discípulos de Emaús; el cual nos recuerda esa experiencia especial de encuentro con Jesús y que al final de esa, sucede la petición y  luego el compartir del pan, sin olvidarnos de la misión.

Puedo decir con claridad que, cuando mas soy consciente de la existencia y/o gravedad de tantos problemas, mas se eleva este clamor: Quédate con nosotros. Cuando soy consciente de la proximidad de la oscuridad en la que nos envuelve la tentación, ese clamor toma aun mas fuerza. Y ni que decir cuando veo tantas injusticias, tantas situaciones que compungen el corazón y que evidencian el poco aprecio por la vida y tantos comportamientos que no pensé posible que el Hombre fuera capaz.

Pero debo aclarar que, para mí, este clamor no solo ocurre en esos momentos de dificultad evidente; pues recuerdo entre muchos otros que, el día de mi ordenación, en el momento  que nos arrodillamos para la oración consecratoria, solo me llegaban cuatro  palabras al corazón: no me dejes solo.

Pedir al Señor que se quede con nosotros, es reconocer en primer lugar que siempre ha estado a nuestro lado, aún cuando hemos sido incapaces de advertir su presencia; y en segundo lugar, es comprender que hay algo delante, llámale reto, objetivo, meta, como desees, que no podemos y por tanto, no debemos asumirlo solos sin tomarnos de la mano de Jesús.

Con respecto al reconocer su compañía siempre, me resulta interesante el notar que esta petición en los discípulos de Emaús, es fruto de una experiencia de camino: es fruto de un ardor que sintieron en el corazón mientras lo escuchaban. Y no es gratis el hecho que, después de estar inmerso en el mundo de los bailes de caseta y de pensar que la Navidad y Semana Santa se celebraban mejor bailando o bebiendo, hoy  después de haber recibido ese anuncio salvador y de responder a su llamada, no me queda otra cosa que seguir pidiendo a Dios: quédate conmigo, que ya no quiero volver a esa oscuridad; ya mi corazón arde, y no quiero que se apague.

Hoy día, aun en medio de las dificultades, de las dudas e incluso de las certezas, clamar a cada momento: “quédate conmigo, Señor” es el modo de encontrar fuerza y compañía, pero sobre todo: recibir la seguridad de una respuesta. ¡Cuántos momentos de oscuridad llevados de su mano se convierten luego en ocasión de testimonio! Clamar “quédate conmigo”, me recuerda que no me las se todas, que me equivoco, que no lo puedo entender todo, que no puedo a veces tener la respuesta correcta, ante lo cual, Cristo parte su pan y contemplando ese misterio admirable, todo es mas claro, todo cobra sentido, todo es como debe ser.

Quédate con nosotros, Señor. ¡Bendita esa tristeza y confusión de Cleofás y el otro discípulo!; de lo contrario Jesús no les hubiese salido de camino y no habrían sentido ese deseo de pedirle que se quedara. Quédate con nosotros, Señor, tres palabras que con facilidad pueden resumir nuestra vida cristiana. Quédate con nosotros y nuestra tristeza será transformada en alegría. Quédate con nosotros, Señor, como dice el documento de Aparecida en su oración final: “aunque no siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con nosotros, porque en torno a nosotros se van haciendo mas densas las sombras, y tú eres la Luz; en nuestros corazones se insinúa la desesperanza, y tú los haces arder con la certeza de la pascua. Estamos cansados del camino, pero tú nos confortas en la fracción del pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad tú has resucitado y que nos has dado la misión de ser testigos de tu resurrección[i].

Al final, lo que nos queda tanto en el Evangelio, como en nuestra vida, es una petición cumplida, y de qué manera: Pues Dios se queda con nosotros en el misterio eucarístico.

Así pues, desde mi experiencia de vida, aunque hay muchos otros pasajes que hablan claro al corazón, para mí cada día, cada alegría, cada reto y (¿por qué no?) en mi momento último, esta será la línea de la Biblia que siempre usaré para dirigirme a Jesús: “quédate con nosotros, Señor”

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Padre Víctor Antonio Bustamante torres

Sacerdote Arquidiócesis de Cartagena.

[i] Documento conclusivo de Aparecida numeral 554.