1. Extirpar el cáncer de la corrupción.
  • En Colombia la corrupción ya hizo metástasis en todos los estamentos del Estado. Se ha usado el poder, la contratación pública y los bienes del Estado para enriquecerse o beneficiarse de alguna manera. Las castas políticas del caribe cargan con la fama, pero ¿qué decir de Bogotá, la capital del país, donde el alcalde, el contralor y el personero terminan en la cárcel?
  • Se nos exige un nuevo liderazgo político y una nueva manera de hacer la política. Nuestra clase dirigente ha de aspirar únicamente a la búsqueda del bienestar de nuestros municipios, departamentos y la nación entera, antes que al beneficio propio. Es una vergüenza que los 28.000 maestros que hace dos años ganaron el concurso aún no hayan sido nombrados esperando la coyuntura electoral del año 2015. Los derechos los convierten en favores.
  • Ninguno de los poderes, ni el legislativo, ni el ejecutivo, ni el judicial, son de quienes los ejercen. Esos poderes son de los ciudadanos que los depositan en manos de los elegidos, para que los realicen con pulcritud y con apego a las leyes y a la moral, no solamente en lo privado sino principalmente en lo público.
  • Colombia no sólo debe crecer en lo económico, sino también en lo ético para que no figure en esa lista vergonzosa de los países corruptos. Hay que sacar, sin vacilaciones, de los entes del Estado a los inescrupulosos, ambiciosos y corruptos. En tal sentido, los juicios de valoración de la conducta de los servidores públicos deben ser sumarios, de rápida realización y pronta ejecución.
  • Hay que establecer un régimen tributario que conduzca a un rápido mejoramiento de los pobres y una disminución del poder económico de los ricos, para que de esta manera se eleven las condiciones sociales y la calidad de vida de las personas menos favorecidas, y por ende, disminuya la delincuencia. Igualmente hay que lograr que, por las vías legales y las prácticas de control político y social, se cierre la brecha entre ricos y pobres.
  1. El desafío del Narcotráfico que ha permeado casi todo.
  • Es preocupante seguir insistiendo en políticas meramente sancionatorias que hay con respecto a las drogas que bajo un sistema de prohibición, largo en el tiempo, ha demostrado su fracaso, cuando lo que demanda el país es el establecimiento de una política seria de prevención para la producción y una política pública sanitaria, igualmente de prevención, frente a los altos índices de consumo.
  1. Las urgentes reformas a la justicia.
  • Sigue siendo una de nuestras mayores vergüenzas la injerencia de los políticos en el nombramiento de magistrados, jueces y fiscales. Esto hay que pararlo y cambiarlo. Una buena reforma contribuiría en gran manera a que la justicia solamente pueda ser administrada por gentes ajenas a toda influencia política, económica o social.
  • Llevar a las altas cortes y a todas las magistraturas únicamente profesionales de edad superior, igual que su retiro, para evitar así que esas altas dignidades se conviertan en trampolín para otros cargos u oficios posteriores cuando la dignidad que comporta la toga debe guardarse al dejar el cargo, sin contaminaciones de ninguna clase, partiendo de la base de que se les han acordado pensiones respetables.
  1. El compromiso de los Medios de Comunicación Social:
  • ¿Cómo hacer para que los MCS sean realmente educadores y no meros propagandistas del entretenimiento? No es un secreto que nuestros medios solo exhiben lo mundano y lo corrupto haciendo gala de lo pecaminoso en una sociedad que ha perdido los valores fundamentales y en donde lo más importante es el espectáculo.
  1. La mujer y la familia.
  • El ascenso de la mujer es notable y ha llegado en buena hora. No obstante hay que incubar en ellas y en los hombres, de modo sobresaliente, la misión inaplazable de la rectitud, de la honradez y de la lucha contra la corrupción. Igualmente es una gran tarea que tenemos por delante buscar que se eleve el poder de la familia desde la reconstrucción de sus valores más preciados.

Conclusiones

La era de lo que comúnmente venimos llamando post conflicto será posible, si al lado del silencio de las armas, somos capaces de eliminar la corrupción por ser esta la raíz del conflicto. En ella reside la desigualdad, la exclusión, la injusticia, la ineptitud de nuestros funcionarios públicos y privados,  del saqueo al Estado, de la violencia; la corrupción es lo más opuesto a un país justo, incluyente, solidario y respetuoso de la dignidad humana. La corrupción ha sido el gran freno que ha impedido que Colombia logres ser una nación cohesionada desde las aspiraciones de cada colombiano a vivir en paz.

La gran tarea de nuestro PDP es contribuir a que el post conflicto sea un gran propósito de nuestra nación. Es decir algo que nos convoque a todos más allá de nuestras ideologías, intereses económicos o filosofías de vida que cada uno profesa. En ello el primer responsable, por ser una apuesta de largo plazo, ha de ser el Estado y no el gobierno de turno. Si nos apropiamos de los aprendizajes y queremos prevenir conflictos a futuro,  debemos trabajar los cinco (5) rostros que esperamos tenga el nuevo escenario:

  • Empleo productivo y decente para todos;
  • oportunidades educativas para todos, que sean pertinentes y que se correspondan con la vocación del territorio;
  • Una infraestructura eficiente para unos mercados fuertes;
  • Unos escenarios de convivencia y construcción colectiva donde la confianza sea el gran valor de una vida con calidad en sociedad.
  • Instituciones sólidas: fortalecer la capacidad del Estado y de los estamentos de la sociedad. Las enfermedades no se curan si no sabemos cómo se llaman, tampoco los problemas se resuelven si no tienen un nombre. Las enfermedades no se curan ni los problemas se resuelven sino con instituciones sólidas. Que llegue la honestidad, que la justicia camine derecho, que los pobres vivan como seres humanos y que lo que es de Dios lo pueda tener la gente.

 Autor:

Padre Rafael Castillo Torres

Vicario de Pastoral.