El inglés Austen Ivereigh, conversó con EL TIEMPO acerca de la biografía que escribió del papa.

“El Vaticano le había enviado un pasaje de primera clase, pero él lo había cambiado por otro en turista, aunque, eso sí, había pedido que le asignaran un asiento junto a la salida de emergencia para poder estirar las piernas, pues en los viajes largos le molestaba la ciática (…) En el aeropuerto de Fiumicino aguardaban unas limusinas encargadas de recoger a los cardenales que iban llegando, pero tras recuperar su pequeña maleta, él tomó el tren, como hacía siempre, hasta la estación Termini, y después un autobús que lo llevó a Via della Scrofa donde, a 85 euros por noche (en régimen de pensión completa) tomó una habitación en la residencia para clérigos Domus Internationalis Paulus VI”.

Así narra el escritor y periodista británico Austen Ivereigh, en su libro El gran reformador. Francisco, retrato de un papa radical, la llegada a Roma del entonces cardenal argentino Jorge Bergoglio, a finales de febrero del 2013, días antes de su elección como Papa.

 Su obra biográfica sobre el Sumo Pontífice entra en la historia argentina para entender quién es Francisco y se apoya en la tesis de doctorado que el autor realizó en Oxford hace 25 años sobre la iglesia en Argentina y la política. Confiesa que, en ese entonces, la fascinación por América Latina llegó por la literatura, en especial por las novelas de Gabriel García Márquez.

Pero la noche del 13 de marzo del 2013, al ver que un argentino se asomó en el balcón que da a la Plaza de San Pedro, su olfato periodístico y su conocimiento en temas religiosos –además de cubrirlos para medios, fue asesor del cardenal inglés Cormac Murphy-O’Connor– le confirmaron que tenía una posición privilegiada para perfilar a Bergoglio. 

“La idea del libro, como cuento en el prólogo, se da tras un encuentro con él en la Plaza de San Pedro, cuando puso su mano en mi brazo. A partir de ahí decidí escribirlo, porque tenía conocimiento”, dice Ivereigh.

Viajó a Argentina en octubre del 2013 y permaneció casi ocho semanas, en las que entrevistó a unas 70 personas que conocían a Bergoglio. Visitó dos o tres ciudades del interior de Argentina donde el religioso había trabajado e incluso fue a Chile. Tras su vuelta a Inglaterra, empezó a escribir en noviembre del 2013 y terminó su libro en junio del 2014. En noviembre de ese año fue publicado en inglés e italiano y en abril del año pasado, en español. Fue a Buenos Aires y a Santiago de Chile a presentarlo.

La Conferencia Episcopal lo invitó a Colombia, donde por estos días compartirá su conocimiento sobre de la vida del Papa. En diálogo con EL TIEMPO, el autor habló sobre el mensaje de Francisco, los retos de la Iglesia y la resistencia de un sector del clero al impulso transformador del argentino.

¿A Bergoglio lo eligen por su carisma en un momento en que la iglesia pasaba por una crisis?

Sí. Hay un momento de crisis y él aparece en las semanas previas al cónclave. De hecho, al final de las reuniones de los cardenales, él empieza a emerger como la solución porque combina muchas cualidades: era de afuera de Roma, de la iglesia local; tenía trayectoria como líder, es incorruptible, y creo que era el momento de abrirse a América Latina.

El mundo conoce el lado carismático del papa y su discurso progresista. Más allá de esto, ¿qué se encontrará la gente en su libro?

Encontrarán que el papa no es extrovertido, es un hombre profundamente introvertido a quien se le han dado los dones o el carisma para la misión que tiene que cumplir. Les va a sorprender su extraordinaria valentía. Es lo que más me impactó al investigar su vida, se enfrenta con mafias y no tiene miedo. Ahora mismo lo dice: “Alguien me puede matar, pero que pase rápido porque no me gusta el dolor”. (Además: Papa pide perdón por ofensas de los católicos hacia otros cristianos)

¿En qué se diferencia de otras biografías del Papa?

El gran reformador es diferente de por lo menos otra biografía que existe del papa en que el lector descubrirá a un hombre que muestra continuidad en su vida y en su pensamiento. Hay una narrativa que dice que él fue muy conservador y que después se convierte en un progresista. Yo no acepto eso. El jesuita muy austero de 30 años deja ver en sus escritos que hay una continuidad. Yo me tomé el tiempo de leer los tres tomos de artículos que escribió durante sus 20 años de jesuita. Las frases que utiliza, sus ideas centrales ya se habían establecido.

¿Cuáles otras cualidades muestra de Francisco?

Que es un hombre con una capacidad de liderazgo extraordinaria. Los jesuitas decían de él que es una mezcla de Santo y de Maquiavelo. Eso es muy político. Es sorprendente cuán político es, tiene un entendimiento sobre esto que sorprende. Como los santos normalmente no son políticos y los políticos no son santos, es una combinación muy interesante. Hay una parte política de su pontificado que no ha sido muy reconocida y es su visión para la renovación de Latinoamérica. Una cosa más que sorprenderá es que es un nacionalista latinoamericano a morir. Trazo los orígenes de eso y vienen de los 70 y 80, cuando existió un conjunto de nacionalistas rioplatenses con una visión del futuro latinoamericano que él absorbió.

Hablando de Latinoamérica, ¿qué deja su pontificado para la región?

Su pontificado está abriendo la puerta a una nueva época. Creo que el futuro de la iglesia será determinado, en gran parte, por América Latina. Este es el primero de muchos pontificados, no estoy prediciendo que muchos papas van a ser latinoamericanos, pero creo que esta iglesia va a contar mucho en el cónclave y en la visión general de la Iglesia. De hecho, sí creo que el próximo papa puede ser Latinoamericano, aunque no digo que colombiano.

¿Cómo surge el título de su libro?

Hay dos palabras que lo hacen provocador: reformador y radical. Uno de los argumentos principales es que es un reformador pero no es Lutero, y que es un radical, pero no el ‘Che’ Guevara. Se identifica plenamente con esa corriente de reforma radical dentro de la Iglesia y al mostrar esto quiero evidenciar que Francisco es un agente de cambio, un innovador y por eso es desconcertante. Pero al mismo tiempo no sale de la tradición católica. La figura que representa ha sido muy reconocible: volver a la iglesia a su esencia, desapegarse del poder, del ego, de la riqueza, del estatus, la identificación de la Iglesia con lo que él llama el santo pueblo fiel de Dios, la gente sencilla, no las élites. (Además: El Vaticano negó participación del papa Francisco en ‘Beyond the sun’)

Lo muestra como un gran reformador… ¿Cuál sería su gran reforma?

Hay una parte técnica que modernizar y hacer transparente a la curia romana; una reforma en el gobierno de la Iglesia, cuyo objetivo es que la local participe más en la universal; y un cambio profundo que está buscando en la cultura de la iglesia, que ofrece como su mensaje primordial la misericordia de Dios. El primer mensaje de la Iglesia y sus acciones deben partir de un Dios que ama, que acoge, que sana, que perdona. Digamos que la parte moral es la consecuencia. Esta reforma, que puede parecer no muy radical porque no cuestiona las doctrinas católicas, es un cambio de orientación bastante fundamental. Su gran énfasis en la misericordia es su herramienta principal para lograr esta conversión. Él quiere que sea un campo de batalla, no un juez.

Y frente a temas espinosos como gais, sacerdocio femenino…

Sacerdocio femenino no, porque no pertenece a la tradición católica. Sacerdotes casados es más que posible. En un futuro sínodo se podría considerar, lo que no significa que él quiera verlo. Si los obispos se lo piden, él está dispuesto a poner el tema en la mesa. Frente a doctrinas de la Iglesia, él sistemáticamente es partidario de la doctrina católica. Sobre temas como la homosexualidad cuento cómo él se opone al matrimonio gay en Argentina y sigue oponiéndose, como la Iglesia, a cualquier intento de redefinir el matrimonio. Esa frase que usó “quién soy yo para juzgar”, es fundamental. Su primer mensaje es que Dios te quiere, que eres hijo de Dios y en ese sentido no es diferente de Benedicto y de los otros papas, pero tiene un lenguaje distinto. Misma doctrina, efecto diferente.

¿Es un reformista solitario?

Tiene mucho respaldo, pero es verdad que hay muchos preocupados por la dirección del pontificado, que extraña los días de Juan Pablo II, y esto fue evidente durante el último sínodo. No es solo una corriente conservadora, es mucho más complejo, en parte por dinámicas regionales, aunque muchos conservadores lo atacan y lo acusan de socavar la doctrina católica. Se percibe mucha inseguridad porque es una época de cambio y todo cambio es desconcertante, pero creo que no se debería exagerar, este papa es muy popular y tiene apoyo de la mayoría de obispos y cardenales.

¿Se puede hablar de enemigos del papa?

Enemigos no, porque creo que desconcierto y preocupación no necesariamente se convierte en oposición. Los católicos suelen ser muy leales al papa.

¿Su acercamiento con otras religiones puede llegar a dividir la Iglesia?

En diálogo interreligioso no ha hecho mucho más que sus predecesores, tal vez lo único diferente es su relación especial con los evangélicos. Narro en el libro cómo desde el 2006 empezó a reunirse con unos pastores todos los meses. Él está convencido que su papel es construir puentes. Puedo decir que algunos de sus gestos han desconcertado al departamento Vaticano responsable para las relaciones con otras iglesias, a quienes informa, pero tiene muchas iniciativas personales. Su sueño sería ir a Rusia y a China para reunirse con los ortodoxos.

¿Lo logrará?

Difícil, aunque ya tuvo una entrevista larga con un diario chino. En cuanto a los ortodoxos rusos, son muy cerrados a la Iglesia Católica, pero si alguien lo puede lograr es él. Tal vez le falte tiempo. (Lea: En el Chocó esperan ‘milagros’ con la visita del Papa)

Por qué tiempo, ¿cree que podría renunciar?

Sí. Lo haría o puede que muera antes. Él ha dicho varias veces que lo que hizo Benedicto en ese sentido fue abrir una puerta. Francisco pensó en un plan de cinco años, pero personas cercanas a él me dicen que ahora reconoce que necesita siete. Mi especulación es que si muere Benedicto, porque no puede haber dos papas eméritos, Francisco a partir de marzo del 2018 va a discernir el momento correcto de renunciar, que podría pasar entre 2018 y 2020.

Muchos dicen que el papa está haciendo política…

La está haciendo en el sentido en que está intentando cambiar el mundo, que es tal vez uno de los deberes del papa. En términos internacionales creo que ha logrado llevar a la Iglesia al centro de la diplomacia mundial. Ejemplo de eso es su actuación en Oriente Medio, la recuperación de lazos diplomáticos entre Estados Unidos y Cuba, su apoyo al proceso de paz de Colombia. Está buscando una política que sea menos tecnocrática y más personal. Un ejemplo lo vamos a ver ahora en México en torno al tema de inmigración. Él no va a dictar las políticas de cada país, pero lo que hará es invitar a los líderes del mundo a ver el problema de otra óptica. Una muestra es celebrar una misa el 17 de febrero en la frontera con Estados Unidos.

2017: el año en el que visitará Colombia

¿Sabe algo de la anunciada visita del papa Francisco a Colombia?

No sé nada, vi la noticia de la reunión con los obispos hace unos días. Creo que quiere visitar los países de América Latina, a Brasil, Argentina y Chile definitivamente irá el año que viene. El asunto es si cuando visite Colombia va a ser parte de ese viaje o de otro que podría incluir a Venezuela y Perú. Él quiere mucho a Colombia, ha estado acá, está en contacto con los obispos, pendiente del Celam, cuyo presidente es el cardenal Rubén Salazar, y anda muy metido en el proceso de paz.

¿Cómo se imagina esa visita?

Me imagino que visitará las diócesis a las que no han ido en viajes papales anteriores. Va a priorizar la periferia, las zonas más ‘calientes’ en términos de violencia. Va a visitar presos, se reunirá con los indígenas. Ahí es donde muestra la misericordia, por eso siempre está presente en los lugares de ‘dolor’ como él lo llama.

NICOLÁS CONGOTE GUTIÉRREZ
Reactor de EL TIEMPO